Guy Môquet
versus Ernst Jünger.
Poeta gabacho versus poeta boche.
Ambos sufrieron en sus carnes los desastres de la Segunda Guerra Mundial. La diferencia es que al primero lo fusilaron con 17 años y el segundo acabó siendo un célebre escritor (ya lo era desde la WWI) que murió centenario con el reconocimiento del mundo intelectual y político (incluso Felipe González no paró hasta conseguir conocerle en persona). Y es que a Jünger, como no lo fusilaron a los 17 años, le dio tiempo de mutar de
aventurero-elitista-militarista-prusiano-adicto a la guerra-reaccionario-belicista
a
alucino-drogo-experimentador-antimilitarista-católicoconversoensulechodemuerte.
Léanse su biografía, que no tiene desperdicio.
Mucha gente admira a Jünger pero yo, como ya saben los que leen este blog, también condeno al infierno a aquellos alemanes a los que les parecía muy bien invadir Polonia, Bélgica, Francia o bombardear Londres aunque les pareciera muy mal exterminar judíos, comunistas, gitanos y homosexuales. Así que espero que Jünger se esté pudriendo en el infierno aunque sea en un círculo menos dantesco que el de los genocidas.
El 20 de octubre de 1941, tres comunistas asesinaron a Karl Hotz, el comandante de las tropas germano-nazis en Nantes. Hitler exigió al general Otto von Stülpnagel, comandante en jefe de las fuerzas de ocupación en Francia y gobernador militar en París, la ejecución, como represalia, de 150 prisioneros franceses. Otto von Stülpnagel, lo mismo que su ayudante Ernst Jünger, no simpatizaba con los nazis y, horrorizado ante la cifra exigida por el Führer o, más bien, preocupado por las consecuencias que puedieran tener las ejecuciones en la moral de la colaboracionista población civil francesa, consiguió reducir el número de víctimas a 100 tras delicadas negociaciones con el Reich. Von Stülpnagel encargó a Jünger la labor de describir literariamente estos fusilamientos. Jünger cumplió su parte pero más tarde destruyó tan valioso documento.
El 22 de octubre de 1941, cuarenta y ocho prisioneros internados en el campo de Drancy fueron fusilados. Entre ellos el joven Guy Môquet que, desde entonces y hasta nuestros días, se convirtió en un símbolo de la patria gabacha. De lo poco que tienen los franceses para enorgullecerse durante su colaboracionista Segunda Guerra Mundial.
Un escritor más, un Nóbel de Literatura, forma parte del reparto de esta historia. Heinrich Böll fue soldado raso durante la WWII. Su opinión sobre la guerra difería de la de Jünger: “La guerra es espantosa, cruel y bestial, no puedo describírtela” (a su esposa). Su figura inspira un personaje de la película (un soldado del pelotón de fusilamiento) que hoy recomendamos, el telefilm El Mar al Alba del director alemán Volker Schlöndorff, estupendo cronista cinematográfico de la historia alemana que pone en imágenes los hechos que acabamos de resumirles.
La película está muy bien y es muy interesante para los amantes de la Historia. Además, nos sirve como excusa para releer la ya mítica carta de despedida del jovencísimo Guy Môquet que suele ser manipulada por todos, incluido el nacionalismo de derechas (¿es que hay otro?) gabacho más desvergonzado (Nikolas Sarkozy and Co.).
Ha llegado hasta nuestros días gracias a que un buen sacerdote católico no tuvo ningún remilgo en intentar consolar a un grupo de comunistas ateos en los momentos antes de su ejecución. No consiguió que se confesaran pero les sirvió de correo.
La carta dice así:
“Mi querida mamita, mi hermanito adorado, mi amado papito:
¡Voy a morir! Lo que yo les pido, a ti en particular, mi mamita, es de ser valerosa. Yo lo soy y quiero serlo tanto como los que pasaron antes de mí. Por cierto, hubiera querido vivir. Pero lo que anhelo con todo mi corazón, es que mi muerte sirva para algo. No tuve tiempo de abrazar a Jean. Abracé a mis dos hermanos Roger y Rino. En cuanto al verdadero (hermano), no puedo hacerlo, lamentablemente. Espero que todas mis pertenencias te sean reenviadas y podrán servirle a Serge, que descuento estará orgulloso de llevarlas algún día. A tí, papito, si te causé, así como a mi mamita, muchas penas, te saludo por última vez. Debes saber que hice lo mejor posible para seguir la vía que tú me trazaste.
Un último adiós a todos mis amigos, a mi hermano que quiero mucho. Que estudie bien para ser más tarde un hombre.
17 años y medio, mi vida ha sido corta, no tengo ningún pesar, si no es el de dejarlos a todos. Voy a morir con Tintin, Michels. Madre, lo que te pido, lo que quiero que me prometas, es de ser valerosa y sobreponerte a tu dolor.
No puedo poner más nada. Los dejo, a todos y a todas, a ti mamá, a Serge, a papá, abrazándolos con todo mi corazón de hijo. ¡Valor!
Vuestro Guy que los quiere.
Guy.
Últimos pensamientos:
¡Todos ustedes, los que quedan, sean dignos de nosotros, los 27 que vamos a morir!”.
Les exhorto a ello.
Maria
Me encantaria verla donde puedo ?