Ya hablé de este libro en otro post, hace tiempo, así que no me voy a extender mucho. Sólo quiero apuntar que esta reedición, y nueva traducción, era totalmente necesaria. El texto, que en la versión antigua resultaba un poco farragoso, ha mejorado notablemente. La edición y el diseño son magníficos, y además cuenta con un texto de presentación de Luis Navarro y un prólogo de Giuseppe Maio (editor y librero de Enclave). En este volumen de conversaciones, en el que también se introducen viejos textos hechos con cut-ups, William S. Burroughs demuestra de nuevo su genialidad. Todo lo que ahora leemos y escuchamos en las columnas de opinión, en los debates y en los ensayos filosóficos, en las consignas de las revueltas, ya lo había dicho él. Dado que la traducción ha mejorado, esta vez he tomado un montón de apuntes. Os dejo con la palabra del maestro:
Para competir con la televisión y las revistas ilustradas, los escritores tendrán que desarrollar técnicas especiales capaces de producir en el lector el mismo efecto que una fotografía de acción sensacionalista.
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Lo que vemos está determinado en gran medida por lo que oímos.
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El control de la palabra tal como lo ejerce la prensa es, por supuesto, uno de los instrumentos de control más poderosos; el de la imagen también, y, claro está, la prensa contiene ambas… Ahora bien, si usted hace un cut-up con ellas y las reorganiza, está deshaciendo el sistema de control. Es el sistema de control quien dicta el miedo y los prejuicios, del mismo modo en que la Iglesia fomentó los prejuicios contra los herejes. No se trataba de algo inherente a la población, sino que los dictó la Iglesia, que en aquel entonces detentaba el poder. Esto pone en tela de juicio la posición de la clase dirigente de cualquier sistema parecido y, por lo tanto, esta se opondrá a él y manipulará a la gente para que lo tema, lo rechace, o lo ridiculice.
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Todos los sistemas de control están basados en el binomio castigo-recompensa. Cuando los castigos son desproporcionados en relación con las recompensas y cuando a los amos ya no les quedan recompensas que otorgar, se producen revueltas.
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Personalmente, creo que las discusiones literarias son una pérdida de tiempo tremenda. No me interesa meterme en polémicas, manifiestos y condenas de otros escritores y otras escuelas literarias.
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La policía tiene intereses creados en la criminalidad. El Departamento de Narcóticos tiene intereses creados en la adicción. Los políticos tienen intereses creados en la existencia de las naciones. Los militares tienen intereses creados en la guerra. Los intereses creados, sean privados, del capital u oficiales, suprimen cualquier descubrimiento, producto o forma de pensar que amenace su coto de monopolio. Tanto en Estados Unidos como en Rusia, la guerra fría sirve de pretexto para ocultar y monopolizar la investigación, y limitar así el conocimiento a los organismos oficiales. No es exagerado decir que en la actualidad toda investigación importante es de alto secreto, hasta que alguien se va de la lengua.
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Las leyes antidroga son un pretexto para ampliar el poder de la policía, aumentar el número de agentes y organizar un Estado policíaco con la colaboración de una prensa controlada. La legislación antidroga es un pretexto para difamar a cualquiera que se oponga al Estado policíaco. En primera página: fulano de tal detenido por drogas en una redada. Ciertas sustancias –lacre, hierbas aromáticas, jabón– han pasado a disposición del laboratorio forense para su posterior análisis. Dos semanas después, en la última página: no se ha presentado ningún cargo contra fulano de tal. Mientras tanto fulano de tal ha perdido su empleo, ha sido desnudado y registrado en siete aeropuertos, y cada uno de esos registros ha salido en primera plana. Jamás se ha aplicado tan vergonzosamente el principio macartista de culpabilidad por asociación como en la prensa inglesa actual.
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Las cosas han llegado a un punto en el que expresar cualquier opinión sensata es poco menos que un delito. Si usted expresa una opinión moderada acerca de las drogas, se le acusa de fomentar su uso y se le denuncia como criminal. Insinúe que hay alguna cosa fundamental en la sociedad que anda mal, y lo tacharán de anarquista que amenaza los cimientos mismos del orden civilizado.
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La disculpa alegada para censurar la literatura narrativa, según la cual esta induce a la gente a delinquir, es absolutamente ridícula en vista de los crímenes cometidos a diario por personas que se inspiran en lo que leen en la prensa. Y la televisión viene a ser igual de nefasta, porque este medio mezcla noticiarios sobre cosas que están ocurriendo en la actualidad con ficción. Situada en esa yuxtaposición, la ficción parece ejercer más influencia: hay cuatro o cinco casos recientes de jóvenes que se han ahorcado después de ver un western por la televisión. Un factor añadido son los telediarios, las cosas que están sucediendo realmente, a diferencia de la ficción, que todo el mundo entiende que es fantasía. La gente no sale corriendo a cometer asesinatos después de haber leído a Agatha Christie, pero sí que comete asesinatos después de haber leído acerca de otros asesinatos en la prensa.
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Creo que alguien ha escrito hace poco un libro en el que señalaba que la guerra es absolutamente esencial para el mantenimiento de la sociedad contemporánea, y que siempre tiene que haber alguna en marcha en alguna parte. Son necesarias tanto psicológica como económicamente, porque el concepto mismo de nación reposa sobre la hostilidad de otra nación al otro lado de una línea. Si no existiera ese factor de hostilidad, si no hubiera conflictos de intereses y los políticos no fueran capaces de crear conflictos, las fronteras se desmoronarían y los políticos se encontrarían sin naciones que gobernar.
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La juventud es la única que plantea un desafío efectivo a las autoridades establecidas. La autoridad establecida es muy consciente del reto que representa. La autoridad establecida ataca a la juventud en todas partes. Hoy día ser joven es poco menos que un delito.
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Otra propuesta, hecha por el señor Brion Gysin, es que se pague a los niños por ir a la escuela. En otras palabras, que cuanto más avancen en sus estudios más dinero obtendrán. Si esto se hiciera desde una edad muy temprana, empezaría a socavar su dependencia económica de los padres, y cuando el niño se licenciase de la universidad, por ejemplo, tendría dinero suficiente para iniciar su carrera sin recurrir a los padres. Lo que realmente mantiene a los hijos atados a sus padres es la dependencia económica, y hay que acabar con ella.
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Un virus tiene que parasitar a un huésped para sobrevivir. Utiliza el material celular del huésped para reproducirse. En la mayoría de los casos eso perjudica al huésped. El virus consigue entrar mediante el fraude y se mantiene mediante la fuerza. Un huésped no deseado que hace que mirarle provoque náuseas nunca podría ser bueno o hermoso. Además, es un huésped que se repite a sí mismo palabra por palabra toma por toma.
Recuerde el ciclo vital de un virus… penetración en la célula o activación en ella, reproducción dentro de la célula, salida de la célula para invadir otras células, salida del huésped para infectar un nuevo huésped. La infección puede producirse de muchas formas, y quienes descubren que soportan la carga de un nuevo virus, suelen utilizar una técnica de choque para cubrir una amplia gama de vías de contaminación… tosan, estornuden, escupan y tírense pedos cada vez que puedan.
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La palabra podría ser un virus que ha alcanzado un estatus permanente dentro del huésped.
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A menudo he hablado de la palabra y de la imagen como un virus o que actúan como los virus, y no se trata de una comparación alegórica. Se comprobará que las falsificaciones en las lenguas silábicas occidentales son en realidad mecanismos víricos. El ES de la identidad es de hecho el mecanismo vírico. Si cabe deducir los objetivos a partir del comportamiento, entonces el objetico de un virus es SOBREVIVIR. Sobrevivir como sea a costa del huésped invadido.
[Enclave de Libros. Traducción de Federico Corrientes]