250.000 kgs de explosivos volatilizaron (literalmente) a 10.000 seres humanos (soldados alemanes) que permanecían parapetados en lo alto de la Colina 60 desde donde se dominaba el campo de batalla en el que posteriormente tendría lugar la carnicería de la Batalla de Passchendaele (aka Tercera Batalla de Ypres = entre 500.000 y 900.000 muertos). Esto sucedió una madrugada de junio de 1917 muy cerquita de Ypres, hermosa ciudad belga cercana a la frontera con Francia sobre la que llovieron, desde una altura de 100 metros, trocitos de carne, vísceras, miedos, esperanzas, barro y huesos de otros 20.000 alemanes más que, antes de la tremenda detonación, habían sobrevivido a otra lluvia; la de 4.000.000 de proyectiles aliados. El ruido de la explosión se oyó en Londres (a unos 300 kms de distancia). La Colina 60 desapareció casi instantáneamente y sobre los supervivientes alemanes se abalanzaron, a bayoneta calada, 100.000 soldados ingleses, canadienses, australianos…
Cifras impresionantes que lo son más si se las compara con el resultado obtenido: los alemanes retiraron sus líneas unos pocos cientos de metros y la guerra de trincheras siguió tan inútil y cruel como siempre.
La Colina 60 y Passchendaele son, junto con la Batalla del Somme (1916, 1.000.000 muertos), los tres ejemplos más “ilustres” e ilustradores de la expresión “carne de cañón” y la trágica consecuencia de la táctica bélica de la guerra de desgaste.
Tremendo.
Esto sucedía en la superficie a lo largo de centenares de kilómetros de trincheras. Pero bajo ellas se libraba otra guerra: la guerra de los túneles, una guerra silenciosa.
El encargado de la detonación de los explosivos de la Colina 60, fue el capitán Oliver Woodward, comandante de la Primera Compañía Australiana de Tuneleros, antiguo ingeniero de minas y protagonista de la película que recomendamos hoy para recordar este año centenario de la WWI: Beneath Hill 60.
Y es que, ¿qué se podía hacer ante una situación como ese sinsentido al que se había llegado?. Kilómetros de trincheras bien fortificadas y defendidas frente a otros tantos kilómetros de trincheras bien fortificadas y defendidas. Las carnicerías en la tierra de nadie que las separaban comenzaban a ser inasumibles incluso para los ancianos y crueles generales que lideraban los ejércitos en contienda. La solución: avanzar por debajo del campo de batalla. A los pocos meses de comenzada la WWI, el general Henry Rawlinson propone la creación de unidades especializadas en contruir los túneles necesarios para el avance. Mineros e ingenieros de minas comenzaron a formar parte de estas unidades. 3.000 de ellos murieron en accidentes y la tercera parte de esos cuerpos siguen, 100 años después, allí.
Oliver Woodward, ingeniero de minas australiano, se fue a la guerra porque el padre de su pretendida consideraba un cobarde a todo aquél que no lo hiciera. Y ningún cobarde se iba a casar con su bella hijita... En Beneath Hill 60 seremos testigos, a través de sus ojos, de los desastres de la guerra y también de cómo se planifican y ejecutan esos desastres. Y es aquí, en la detallada recreación de la "vida" en los túneles, donde radica la mayor virtud de una película impecablemente convencional y de un interés histórico y humano incuestionable.
Imprescindible para los aficionados al género bélico y, especialmente, a la WWI.
Ya saben: Basada en Hechos Reales (pero de verdad).
Con todos ustedes, la mayor explosión no atómica intencionada ever:
haim kullock
Si no tenes la pelicula por que la anuncias,que ganas con eso,de mi solamente antipatia y el sentir que te es agradable iludir las personas.Y mas pongo mi nombre y direccion y dudo que me respondan son cobardes y egañaores demasiado.