Hablamos hace tiempo de esta colección, Maestros del Haiku, en la que la joven pero ya prestigiosa editorial Satori nos ofrece libros de pequeño tamaño con selección de haikus de algunos de los grandes poetas como Matsuo Basho o Natsume Soseki. El que nos ocupa es el número 3 de la colección y sus señas de identidad continúan siendo idénticas: edición bilingüe, mismo traductor y una edición acompañada de sus notas y de una introducción. A mí me satisface mucho leer haikus de vez en cuando. Son como breves vistazos a la vida, en los que esos autores saben componer una escena y retratar un paisaje con tres versos que sugieren más de lo que parece. Creo que lo ideal sería leerlos o releerlos a la orilla de un arroyo, o cerca de un lago, o tumbado en un recodo de la montaña, porque en los haikus es primordial el papel de la naturaleza. Pero de momento tenemos que conformarnos con leerlos en casa, en la ciudad.
Masaoka Shiki fue no sólo poeta, también pintor; enfermó de tuberculosis cuando era bastante joven y murió a los 35 años de edad. La selección que nos ocupa debe leerse teniendo en cuenta que escribe estos versos estando enfermo (algo que nos recuerda a menudo el traductor en las notas al pie), y sólo bajo esa perspectiva los comprenderemos bien: los paseos con fatiga que da por el exterior, las molestias propias de guardar cama, los insectos que perturban el sosiego… Os dejo con unos cuantos:
Mariposa que duermes
sobre una piedra, ¿sueñas
con mi mísera vida?
**
Tras abatir la mosca,
una tregua de paz
en el pequeño cuarto.
**
Noche de cierzo;
leyendo estoy, no hay modo
de serenar mi mente.
**
Maté a una araña.
Luego, me sentí solo,
al frío nocturno.
**
Un desolado invierno:
recorriendo la aldea,
me ladra un perro.
**
Ruego a la mariposa
me brinde compañía
en esta caminata.
[Satori Ediciones. Traducción de Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala]
Masaoka Shiki fue no sólo poeta, también pintor; enfermó de tuberculosis cuando era bastante joven y murió a los 35 años de edad. La selección que nos ocupa debe leerse teniendo en cuenta que escribe estos versos estando enfermo (algo que nos recuerda a menudo el traductor en las notas al pie), y sólo bajo esa perspectiva los comprenderemos bien: los paseos con fatiga que da por el exterior, las molestias propias de guardar cama, los insectos que perturban el sosiego… Os dejo con unos cuantos:
Mariposa que duermes
sobre una piedra, ¿sueñas
con mi mísera vida?
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Tras abatir la mosca,
una tregua de paz
en el pequeño cuarto.
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Noche de cierzo;
leyendo estoy, no hay modo
de serenar mi mente.
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Maté a una araña.
Luego, me sentí solo,
al frío nocturno.
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Un desolado invierno:
recorriendo la aldea,
me ladra un perro.
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Ruego a la mariposa
me brinde compañía
en esta caminata.
[Satori Ediciones. Traducción de Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala]