El placer de mi compañía, de Steve Martin


Me interesa la faceta de Steve Martin como escritor (y también como actor). En España, nunca sé los motivos, los cómicos (y fundamentalmente los cómicos norteamericanos) gozan de mala reputación. Todo lo que hagan es criticado o se tiende a desconfiar de sus cambios de rumbo y de género. Al bienpensante le parece mal que Jim Carrey sea cómico y también le parece mal que haga drama. Luego el cómico en cuestión fallece y todo son loas: una vez muerto, milagrosamente parece que todo el mundo lo alababa y lo respetaba. Y sólo es una mentira más de la sociedad española. ¿Ejemplos? Es lo que ha ocurrido, sin remontarnos a otros años y a otras estrellas, con Harold Ramis, a quien siempre se le tomó un poco a chufla… hasta que ha muerto.

Volvamos a Steve Martin. Compré los tres libros traducidos en España en su momento, cuando pasaban fugazmente por las mesas de novedades: Shopgirl, El placer de mi compañía y Un objeto de belleza. Leí hace años el primero, que no está nada mal y del que luego rodaron una película que no sé si llegué a ver (recuerdo la novela, no el filme). Como hago siempre con los libros de un mismo autor, leí el primero y dejé los otros por ahí. El premio honorífico que le dieron los de la Academia de los Oscar me recordó que tenía por ahí El placer de mi compañía, y lo he devorado en un par de tardes.

En El placer de mi compañía, Steve Martin nos presenta las vicisitudes de un neurótico, un tipo ahogado en su vida cotidiana por esas manías y obsesiones que frenaban a Jack Nicholson en Mejor imposible: no puede bajar por los bordillos, la potencia de las bombillas encendidas de su casa siempre debe sumar un número concreto, a veces compone cuadros mágicos de números en los que las casillas de las filas y de las columnas deben sumar la misma cantidad… Sometido a esos caprichos de su mente neurótica y maniática, Daniel Cambridge vive en un mundo en el que se enamora en cada esquina: está enamorado de una farmacéutica a la que ve en un centro comercial, de una agente inmobiliaria, de una vecina, de una psicóloga que lo está tratando… La cuestión (que ya se planteaba en la peli de Nicholson) es: ¿cómo encontrar a alguien que no se espante por esas manías? Ésa es la premisa, que Martin desarrolla con algunos toques de humor negro. Una interesante novela, pues, en la que el autor ha sabido crear a un personaje con el que lector acaba empatizando, pese a ser tan rarito. Espero leer pronto Un objeto de belleza, que publicó Mondadori y que fue alabada por Joyce Carol Oates.


[Circe. Traducción de Aurora Echevarría]

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