César González-Ruano, como tantos otros, era un apreciable escritor y un individuo, digamos, éticamente reprobable. Ahora bien, su vida da para unas cuantas novelas. Como prueba, solo necesitamos saber lo que tenía en los bolsillos de su terno cuando fue arrestado en París por la Gestapo en 1942: un pasaporte en blanco de una república sudamericana, un diamante del tamaño de un huevo y un fajo de 12.000 dólares. No todo el mundo puede presumir de unos bolsillos tan novelescos.