Este año del Señor de 2014 se cumplirán 150 años del nacimiento de Richard Strauss, efeméride que yo calculo que a unos 6.700.000.000 de humanos se la traerá al pairo pero bueno, el caso es que hoy vengo a decirles que, para el que esto escribe, Richard Strauss es uno de mis 10 compositores favoritos ever.
Escuchen, escuchen… e intenten hacer justicia grabando en sus cerebelos, para siempre, el nombre y el apellido del ser humano que compuso esto:
Inolvidable, ¿verdad?.
Richard Strauss es el último gran romántico de la Música Clásica occidental del siglo XX. Pese a que él no se tenía a sí mismo en gran estima (se consideraba un buen compositor pero de los de la segunda división), a mí siempre me ha parecido que su manejo de la gran orquesta ha sido pocas veces igualado.
Si la altura de su figura musical no ofrece lugar a dudas, su biografía personal está, sin embargo, manchada por su colaboración con el gobierno alemán del partido nazi que, si bien no fue política (Richard Strauss nunca fue nazi ni antisemita), sí fue, sin duda, una colaboración cultural: Richard Strauss compuso, entre otras cosas, el himno de las Olimpiadas de Berlín de 1936.
Pero, a nuestros ojos, Richard Strauss se redimió cuando se negó a dejar de colaborar, ante las presiones de Goebbels, con Stefan Zweig (judío y amigo suyo, amén de genial escritor).
“Sólo conozco dos tipos de personas: las que tienen talento y las que no lo tienen.”
Más tarde, Richard Strauss intentó echar marcha atrás, se acobardó de su valentía e intentó volver a acercar posiciones con el Gobierno ante el temor de que sus familiares sufrieran represalias, llegando incluso a escribir cartas al mismísimo Führer. Pero ni las relaciones con la cúpula nazi ni con la élite cultural que colaboraba con el Estado volvieron a ser las mismas.
Al terminar la guerra, Richard Strauss (como tantos otros artistas) estuvo en la lista negra de los colaboradores nazis y su reputación quedó seriamente mermada hasta mucho tiempo después de su muerte.
Tierra de Nadie.
Tierra de Nadie.
En fin, tiempos difíciles, sin duda. Parece que este año su país, Alemania, quiere rehabilitar su figura musical y las celebraciones de junio serán menos discretas que las que sucedieron con motivo de su centenario.
Anyway, 2014: Año Richard Strauss en DG&L. Comenzamos con la obra que el maestro consideraba como su más perfecto trabajo de orquestación. Fragmento de su Sinfonía Alpina de 1915, un poema sinfónico de casi una hora de duración, cumbre de la música programática.
Disfruten de sus impresionantes 15 primeros minutos durante los que podrán escuchar los sonidos de la Noche, el Amanecer, los bosques, los prados floridos y los verdes pastos alpinos. Un vídeo, por cierto, hermosísimamente descriptivo.