crista smith |
No desespero. Ya no. Nunca es el momento en el que cae para bendecirme un viento suave con aroma a ámbar o tampoco florecen lirios a mi paso. A veces la noche se torna amarilla, no por iluminar sino, por reflejo de ausencia.
Atravieso puentes llenos de piedras, con suerte sólo lastiman las plantas de mis pies; otras, la herida es en el rostro, entonces, la sangre simbólica ciega mis labios. Desearía gritar fuerte, extirpar la mugre que me cubre, anidar pájaros sobre los cabellos. Tal vez, derramar tardes de cielos anaranjados o que mi voz sea música.
El norte es más próspero que el sur, los días son siempre siete o cinco, mientras que del otro lado quizás sólo miserablemente, dos. A fuerza de dolor voy elevándome reconociendo que, más allá del bien y del mal, represento poco más, poco menos, que el instante fugaz de un hechizo áspero que muere al primer chasquido de otros dedos.
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