Cuando Stephen Frears comentó a noséquién periodista que recomendaba al Papa Francisco que viera la película que nosotros les recomendamos hoy, un portavoz vaticano respondió que “el Papa no ve películas”. Parece ser que el portavoz se olvidó de leer un libro titulado “El Jesuita” en el que el entonces cardenal Jorge Bergoglio declaraba que su película favorita era El Festín de Babette. O quizás es que el Papa ya no ve películas desde que es Papa. Que también puede ser.
Lo curioso de los católicos es que no dejan abortar a las casquivanas pero tampoco les dejan quedarse con el fruto de su pecado (donde pecado = coito fuera del matrimonio) cuando así lo desean, las muy putas. Es decir, el catolicismo, como el resto de las religiones machistas (casi todas) se preocupa, principalmente, por castigar doblemente a la pecadora: una vez por su pecado y otra por su desfachatez. Ah sí, también se preocupa por recaudar divisas terrenales (dólares o euros a ser posible) para llenar sus arcas que ya no yacen enterradas en polvorientos y estériles desiertos palestinos sino en cuentas suizas.
El caso de Philomena Lee es otro caso más de una tradición católica del siglo XX: robar niños a los pobres para vendérselos a los ricos. Es el reverso tenebroso del concepto de la redistribución de la riqueza que tenemos los socialdemócratas. Cuba, Argentina o España son los casos más tristemente célebres que han ido saliendo a la luz en los últimos años. Y, con Philomena, el estupendo y todoterreno director Stephen Frears se une a la denuncia de esta trama criminal internacional (ahora con base de operaciones en Irlanda) personalizando el drama en la figura de una de sus protagonistas. Una mujer que, curiosamente, es una ferviente católica. Mujer con clítoris, eso sí. Y es en ese punto tan concreto en su anatomía (y, al mismo tiempo, tan amenazante para los católicos) donde comienza su odisea.
Philomena es un gran melodrama narrado en un tono tragicómico (porque la Vida es tragicomedia) que rota alrededor del recurso cervantino de colegas a la fuerza (cínivo vs. Bonachona) y que evidencia algo que los gusanos ya sabemos y que les venimos repitiendo hace mucho tiempo parafraseando a Steven Pinker: la mayoría de los humanos llevamos dentro un ángel bondadoso y somos seres maravillosamente extraordinarios. Algunos demasiado bondadosos, como Philomena Lee, y otros, como el periodista Martin Sixmith o yo mismo, un poco menos porque una cosa es comportarse como un ángel con los otros ángeles y, otra, muy diferente ¡y muy cristiana!, perdonar a tu enemigo (no lo olviden: éste es el único mensaje original del cristianismo).
No es mi estilo, así que espero que todas esas malvadas monjas y todos esos malvados curas que se aliaron con los poderosos para robar l@s hij@s de l@s parias de la Tierra, acaben pudriéndose en el infierno.
Hasta que ese momento llegue, no se pierdan Philomena. Una de las denuncias sociales más amables y emotivas de los últimos años.
Dice la tradición que a la Madre de Dios también le mataron al Hijo.
Y John Tavener (1944-2013) creyó que su lamento sonaría, más o menos así en su
Lamento de la Madre de Dios al pie de la Cruz (1944):