En esta obra participan autores como Miguel Sánchez-Ostiz, Mario Crespo, Celia Novis, José Ángel Barrueco, Óscar Esquivias, Isabel García Mellado, Patxi Irurzun, Joaquín Piqueras, Adriana Bañares, Gsús Bonilla, Alfonso Xen Rabanal o Enrique Vila-Matas. 'Hemos hecho una selección muy fina de personas que conocieran su obra. Todas ellas incorporan diferentes puntos de vista que van desde la ficción al ensayo o la experiencia personal. Hemos tratado de ofrecer una visión panorámica en la que se incluyan desde personas que lo apoyan a ciegas (rozando el fetichismo) hasta personas que lo critican y machacan a conciencia', continúa Vicente.
La otra persona responsable de esta antología es Julio César Álvarez, quien recuerda que la primera vez que leyó una obra de Céline (en este caso, también fue Viaje al fin de la noche) tenía 17 años. 'Técnicamente me deslumbró. Al leerlo tuve la sensación de que contaba las cosas de otra manera. Creo que es uno de los autores de mayor calidad literaria del siglo XX. Autores como Sartre o Miller son herederos de su estilo, un estilo demoledor, perteneciente a una literatura rompedora', indica. Julio César, que al igual que Vicente incluye su visión sobre este autor en el prólogo de este libro, reconoce el "desafío que se plantea" ante una persona "moralmente monstruosa" pero con una "calidad literaria inmensa".
El descrédito, la monstruosidad del genio
Javier Vayá Albert, en La huella digital
Cerca de treinta de los mejores autores españoles de la vanguardia literaria de nuestro país habitan estos viajes narrativos en torno a Louis Ferdinand Céline. Una antología imprescindible tanto por su valentía como por su calidad literaria.
En los tiempos que corren se hace necesario aplaudir y admirar la valentía y el tesón de Vicente Muñoz Álvarez y Julio César Álvarez, antólogos de este libro y de la editorial Lupercalia, por apostar y sacar adelante un libro tan difícil como imprescindible y necesario. Valentía, tesón y amor por la literatura desprovista de artificios y farándula, de la escritura de trinchera manchada de fango capaz de descender a lo más miserable de la condición humana para mostrarla en toda su crudeza: son las señas de identidad de Louis Ferdinand Céline, uno de los mejores escritores del siglo XX que fue condenado a la cárcel y el ostracismo por sus panfletos antisemitas y supuesta colaboración con los nazis. Con la excusa de indagar en la dicotomía que supone la figura de Céline, autor de innegable calidad artística y más que dudosa catadura moral, El descrédito nos brinda 28 textos, uno por autor, a cual más brillante y sublime.
Bajo la disyuntiva de separar al autor de su obra, esta antología cumple varias funciones; por un lado reivindica la obra de Céline sirviendo como complemento, tan erudito como delicioso, para quien lo haya leído, por otro invita a todo aquel que no haya leído al autor francés y con una pizca de curiosidad a interesarse por el firmante de Viaje al fin de la noche o Muerte a Crédito toda vez que reúne a varios, contando también los sendos maravillosos prólogos de los antólogos, de los mejores escritores del panorama patrio actual, la mayoría de ellos alejados de los grandes focos que prefieren posarse en semianalfabetas mujeres de toreros autoras de bestsellers. En este sentido no es casual que los autores más conocidos a priori, Miguel Sánchez Ostiz y Enrique Vila-Matas, abran y cierren respectivamente la antología. Sin duda el mayor acierto de El descrédito reside en otorgar plena libertad a cada autor que elige el viaje narrativo que desea y ofrece su visión personal sobre el escritor, en muchos casos totalmente distintas unas de otras: mientras Sánchez Ostiz nos sitúa en el contexto histórico de los últimos años de Céline, sin disculparlo jamás, Vila-Matas se ceba con la obra y vida del médico convertido a escritor sin negar cierta atracción hacia ambas facetas.
De hecho El descrédito es otra gran muestra de los encontrados sentimientos que Céline provoca con su literatura y su actitud ante la vida donde caben desde el desprecio absoluto a la más profunda admiración en un solo intento de describirlo. Mario Crespo relata en un excelente ejercicio de metaliteratura el viaje que sirvió como cesión del testigo por parte de Céline a Allen Ginsberg y William Burroughs, miembros de la generación Beat que junto a Bukowski serían sus mayores discípulos literarios. Celia Novis narra de manera magistral la malsana travesía en barco de Céline hacia África que pone de manifiesto su carácter y su posterior misantropía. José Ángel Barrueco, en un texto fascinante que reúne erudición y amor por la literatura, se pregunta si acaso Céline no sufrió demasiado castigo sobre todo en comparación a otros escritores de semejante calaña y apuesta firmemente por separar al escritor del hombre. Óscar Esquivias nos sitúa en primera persona en la vida de Céline en África en un relato tan logrado que pide ser novela. Bruno Marcos, en una excelente y sorprendente comparación de Céline con Charles Chaplin, desmitifica la ferocidad del autor. Pepe Pereza nos brinda uno de los más desgarradores y hermosos relatos de desamor que se pueden leer en el que un libro del autor francés jugará un papel importante.
Isabel García Mellado trenza un bello cuento parisino con aparición casi fantasmal de Céline. Álex Portero Ortigosa da fe de su maestría en un emocionante y reivindicativo texto que debería ser de obligada lectura en las escuelas. Vanity Dust resucita a Céline con su hilarante y genial prosa mientras Juanjo Ramírez hace lo propio de una manera un tanto más escatológica e igual de brillante. Hilarante, brillante y sin tapujos es el genial relato de Patxi Irurzun. Juan Carlos Vicente se pone de manera sublime en la piel del ministro francés que no paró de recibir presiones para que no se homenajeara a Céline en las celebraciones nacionales de 2011. Velpister se muestra excelentemente lúcido plasmando un futuro distópico demasiado reconocible. Esteban Gutiérrez Gómez pone de manifiesto lo muy presente que sigue todavía el espíritu y la obra céliniana en cualquier espíritu adolescente mínimamente rebelde y curioso. Pablo Cerezal utiliza la magia que su exquisita prosa atesora para poner de manifiesto lo hipócrita del políticamente correcto mundo occidental con su odisea para encontrar un volumen de Muerte a crédito. Miguel Baquero no es capaz de separar al escritor de su obra cerrando su texto con una frase tan certera como hermosa y contundente. Adriana Bañares prefiere poner su maravillosa y poética prosa al servicio de la historia de amor de Céline. Por resumir, el resto de textos de Javier Esteban, José M.Alejandro (Choche), Carlos Salcedo Odklas, Joaquín Piqueras, Gsús Bonilla, Alfonso Xen Rabanal y Daniel Ruiz García contienen una calidad literaria tan demoledora que convierten El descrédito en más que una antología, un artefacto vital de más que necesaria y obligada presencia en todas las estanterías.