Esta es probablemente la quinta vez que me siento a escribir esta historia. Lo intenté primero como un relato de unas diez a quince páginas. No avanzaba. Mis cuentos no suelen avanzar mucho, son cuentos fracasados, como aquel del hombre que caminaba por las pistas vacías de un aeropuerto abandonado. No pasaba nada, empezaba caminando por la pista y terminaba igual. Pero en esta ocasión no es que la trama no avanzase es que yo tampoco. Puede ser que avanzase mucho en la vida y por eso no avanzase nada en la escritura. Siempre he creído que todo a la vez no se puede. O la vida o el arte. O paras el arte y lo aparcas para vivir o paras la vida y la aparcas para crear. No es que haya que tomar una decisión de por vida. Rachea como el viento. Año y pico con la primera versión. Me quedé a las siete páginas con la historia a la mitad. Allí se quedó.
La segunda vez lo intenté también con un cuento, la misma historia, pero como me había quedado por la mitad decidí empezar la historia donde la dejé, a la mitad, sin tanto preámbulo. La historia empezaba con el nacimiento del protagonista y llegaba hasta una muerte y una acción dramática posterior. Decidí empezar por la muerte y ya si eso a mitad del relato meter un flashback al nacimiento. No llegué a dos páginas. Esto es problemático porque soy de los que hasta que no acaba una cosa no puede empezar otra. Suelo compartimentar para que no se me bloquee la vida entera. Eso me permite poder seguir escribiendo poemas y artículos y teatro. Pero narrativa no. Se me van ocurriendo ideas que voy acumulando en la cabeza, posponiendo para cuando acabe con esta ponerme con la siguiente, pero esta no se acaba nunca.
Alguien dijo (siempre me acuerdo de las citas pero no de quién) que publicamos para poder dejar de corregir. La frase sirve muy bien como justificación para publicar, sobre todo conociendo el carácter enfermo de los escritores y su insatisfacción perpetua, pero no era ni parece ser mi caso, pues no llego ni al momento de mirar lo hecho y corregir. Quizá tenga que hacer de lo inacabado arte, venderlo como tal, igual se piensan que soy un revolucionario. A la tercera intentona decidí que la historia no era un cuento sino que era una novela corta, nouvelle o como quieran llamarlo los críticos ahora. Entre sesenta y cien páginas calculé. Volví a empezar in media res con la muerte, tampoco duré mucho. Unas diez páginas.
Macedonio Fernández escribió Una novela que comienza un libro hecho a base de comienzos, a base de retazos vacuos. No va a ningún lado, no pasa nada. Creo que Macedonio Fernández me va a servir muy bien como referente intelectual para vender este libro. Ya estoy viendo las reseñas en Babelia referenciando a uno de los padres de Borges como influencia en mi literatura. Correctísimo. La cuarta versión. Como la tercera no me salía decidí meterme en todos los juegos posmodernistas que me divierten tanto. Los juegos posmodernistas suelen ser el indicador de que uno no es capaz de narrar como dios manda. Así, en mi grito de socorro apareció la novela coral, la multifocalidad, los narradores múltiples, el diario etc. Me puse a ello divertido pero menudo lío, cuando llevaba quince páginas de tantos hilos que tenía para tirar no sabía por cual empezar. Me bloquee. Fue en ese momento que mi sabio disco duro decidió reventar y perdí todo lo que tenía. El reventar de los discos duros es como antiguamente los incendios o las inundaciones. Hacen limpieza, nos hacen el favor de destruir un porrón de material que de otra manera permanecería ahí por los siglos de los siglos, pues no somos capaces de decidirnos a matar algo tan nuestro.
En uno de los documentales sobre su vida, ante la pregunta de cómo escribía sus libros, Zizek contestaba que le costaba horrores escribir, que tenía que engañarse a sí mismo para pensar que no estaba escribiendo y al final tener un libro. Su estrategia consistía en dos pasos. Primero tomaba notas sueltas, pensamientos, ideas sin orden ni concierto, luego lo único que tenía que hacer es juntarlas. Así nunca se sentaba a escribir. Quizá esta quinta versión sea eso, un compendio de notas puestas una detrás de la otra para poder decir luego que uno tiene una novela, quizá esta sea la primera nota y sí, ya sé que esto es autoficción, l’horreur, y que Soldados de salamina ya está escrita. Pero y si es esta la novela y si me hago rico. Hacerse rico. Aaaahhhhh.
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