Todavía hay luz.
Es una luz triste entrar por las cavidades del silencio
a morir de una palabra enero
como diciendo un perro al que los huesos
se le cayeron de a poco
pero casi por costumbre.
Hay luz y es de música y la carne
está frita después del espanto
y es lo que arde siempre
cuando la asfixia está tocando los violines
donde se aprende a olvidar a dios
(no mencionar las atrocidades de dios)
habrá que apagar la luz
cerrar el labio voraz, nutritivo
mostrarle las costillas al fuego para que se consuma
beberse todos esos libros crónicos
fumar 26 cigarrillos seguidos, antes
para que el conjuro contra el espejo
-ese padre que no supimos matar de un tiro-
nos salve con un clavo en cada ojo
y una lanza
que salude por la espalda