Por el camino de Swann – Marcel Proust

Siento que cuando termino un clásico de alguna manera pago una deuda que tenía pendiente. La sensación es mucho más desagradable cuando no puedo terminarlo, aunque este no ha sido el caso.

Me resulta muy difícil hablar de un libro del que ya se ha dicho de todo. ¿Qué decir de una obra maestra de la literatura que no se haya dicho ya? En realidad, nada. Además, que uno llega aquí para plasmar una serie de reflexiones poco meditadas sobre determinada obra, lee a Proust y se pregunta qué puede decir para no parecer un completo incompetente. Poco o nada. Pero allá vamos.

En busca del tiempo perdido, la primera de las siete novelas que componen la monumental En busca del tiempo perdido, se inicia en la época infantil del protagonista, alter ego del propio Proust, y finaliza en la preadolescencia del muchacho. Así, de la mano del niño Proust, vemos a un chaval enfermizo y poético, con una mirada diferente, que quiere ser escritor. Con él recorremos los caminos de Swann, esos largos paseos que daba junto a su familia los veranos en Combray. El joven Marcel sufre cuando hay visitas y su madre no sube a darle un beso de buenas noches. En la tercera parte de la novela Marcel es ya un joven que se enamora de Gilberta, la hija de Carlos Swann, personaje principal de la segunda parte del libro y uno de los personajes más humanos con los que me he podido topar.

Esta segunda parte, Unos amores de Swann, da cuenta del proceso de enamoramiento desde el inicio mismo en el que sientes atracción por otra persona, hasta la desilusión final de ver que esa persona no es como tú esperabas que fuese. La idealización, la obsesión, el cariño, la amistad y los celos son temas que se abordan en esta parte central de la novela. El burgués y refinado Carlos Swann se ha ido a enamorar de la joven Odette, la cual lleva consigo una serie de historias de dudosa catadura moral hacia su persona. Esta parte me parece, con diferencia, la mejor del libro por cómo expone Proust las pulsiones sexuales de la pareja y la definición psicológica que hace de los personajes, tanto Swann como Odette. Si bien es cierto que este rasgo es característico en todo el libro. Los personajes tienen una profundidad y son tan contradictorios que uno siente que cobran dimensión y se les puede tocar.

En cuanto a los aspectos negativos, si es que los tuviera, estarían las morosas descripciones en algunos casos, algo, por contra, muy común en las narraciones de principios del XX en toda Europa y que, a pesar de que a veces te saca un poco de la obra por la minuciosidad excesiva, no impide el puro placer de deleitarse con este libro.


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