Robert Gojevic |
tan pequeños somos
como
muñequitos fabricados con escarbadientes y
la ceguera.
con viento a favor caminamos,
mamá nos da la mano, a veces
nos alimentamos y calmamos ansias
de dragones enfermos.
una hormiga arrastra una hoja que levantó del suelo.
no vivirá lo suficiente para saber que
lo posterior a dejarla caer
es peor que haberla masticado sola lejos de casa.
después,
el oprobio de contemplar el mar
contando las ausencias en cada una de las burbujitas que hacen olas
y,
esperar que lo que cambie nuestra tragedia sea una tragedia peor
“haceme mucho daño que tengo que olvidar esta herida que aun sangra”
entonces así, como de repente,
una abeja muere sobre la mesa del comedor.
ella no supo cómo vivir y,
si la tiro,
seré yo quien termine agonizando entre los deshechos.
nuestra pequeñez nos empuja hacia la desdicha.
quizás, si tuviésemos más insectos en el cuerpo
al menos
podríamos sobrevivir
apenas un poco más
limpios