John Muhoney III atendía detrás de la barra. Lo hacía como enfadado y tiraba la cerveza por obligación. Solía servir las pintas a sus clientes, después se secaba las manos en un trapo mugriento que llevaba siempre en el hombro y, poniendo las palmas en la barra, se quedaba allí esperando a que le dieran conversación. Apenas hablaba, sin embargo estaba en todas las conversaciones. Tenía los ojos pequeños debido a la escasez de luz y lucía uno de los bigotes más tristes de todo el condado de Gloucestershire. Para enfadarle y que nos dejara tranquilos, Flavio y yo hablábamos en francés.