Hola a todos, espero que hayáis arrancado bien el año. Hoy os voy a hablar de otra de mis facetas. Como algunos sabéis, en ocasiones he ejercido de “coach literario”. Me gusta ayudar a otras personas a pulir sus textos, ya sean académicos, novelísticos o de cualquier otro tipo. A veces lo he hecho por amistad y otras a cambio de una cantidad económica, que va en función del número de palabras del escrito. Es un trabajo grato porque me apasiona el lenguaje. Ahora tengo un logotipo que me representa en esa faceta, como podéis ver en la imagen (es una fotografía del móvil, pero os hacéis una idea). Pretende transmitir la idea de acompañarte en el proceso de escritura. Si os apetece enviarme algún documento para que lo lea, por favor escribidme a carlos-albertogl@hotmail.com.
Sin embargo, soy consciente de que me falta muchísimo por aprender. Solo me siento capaz de asistir a personas con poca experiencia o que carecen de tiempo o voluntad para revisar ellas mismas sus textos. Se trata de una tarea compleja porque hay muchos aspectos a considerar, desde la comprensión y verosimilitud del texto hasta la puntuación, pasando por el empleo de recursos literarios en caso de ser procedentes.
En mi opinión es fundamental que el propio autor revise sus textos, pero sirve de ayuda que otros ojos entrenados los lean con tranquilidad. Por ello estoy planteándome enviar mi novela, que estoy a punto de terminar, a unos cuantos lectores amigos para que me den su opinión. Sin embargo, también creo que con frecuencia los servicios de corrección se cobran demasiado caros. Sabemos que es difícil ganar mucho dinero con un libro (por suerte, no es la única satisfacción que proporciona). Si a eso le sumamos el gasto adicional de contratar a un corrector, las cuentas pueden incluso salir negativas. Por ello mi tarifa por palabra es bastante ajustada.
¿Vosotros qué pensáis de la figura del corrector? ¿Es necesaria o prescindible? ¿Debería ser más asequible? A los que escribís, ¿os habéis planteado recurrir a ella?