La dulce vida
Una alhaja sonora: la floración urgente
del agua en las piscinas te despierta. El chasquido
de una rama al partirse te ha dado de repente
el estado de ánimo de un centinela huidode su puesto. En las cosas, dóciles, se acumula
la luz de un sanatorio alzado entre abedules.
Sobre el toldo naranja la mirada se anula:
los ojos resplandecen con un fulgor de huleshúmedos: como cuerpos después del ejercicio.
Un nudo amable te ata: así el papel picado
que, acabada la fiesta, perdura, entre el servicio
sucio: lodo menudo que se pega al calzado.Un aviador prevé su muerte(1986)
Me entusiasman los versos de Justo Navarro. Como la de Wallace Stevens, su poesía es simbolista, tensa, conceptual. Alguien añadiría que austera, pero detrás de su precisa contención siempre hay algo que desentona: su sintaxis es torva y sus imágenes, fosforescentes. Es un escritor (creo yo) de una súbita belleza estridente. Capaz de recurrir, fuera de todo lugar, a la rima consonante o al soneto inglés consiguiendo que suenen alienígenas. Su formalismo está como lleno de puntos ciegos por los que el discurso hace aguas.
De Un aviador prevé su muerte (y este poema es solo un ejemplo) cultivo, más que todo lo anterior, la búsqueda de un extrañamiento de los espacios domésticos y ciudadanos mediante un escondido terror fantástico que tiene proyecciones políticas. “En las cosas, dóciles, se acumula / la luz de un sanatorio alzado entre abedules”. También cierta voz alexitímica, antisentimental. Y su atmósfera: una calma inquietante. La súbita floración del agua en la piscina, una rama rota. Porque, dentro de los paisajes imaginistas de Justo Navarro, se intuye una conmoción que amenaza con estallar. Sus versos tienen suspense, revelan señales de algo que se oculta y están habitados por detectives, francotiradores, viajeros que corren a refugiarse entre las sombras. Un centinela huido. En medio de la grisura y el deterioro, un detalle brilla hasta la ceguera: toldos de colores. Pero no es el plástico húmedo, en realidad, lo que brilla, es la mirada anulada (¿el sujeto?), sus ojos vueltos luces de neón.
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Justo Navarro nació en Granada, en cuya Universidad se licenció en Filología Románica en 1975. Relacionado con la poesía española contemporánea, ha escrito dos libros de poemas, además de varias novelas. Es colaborador ocasional de diarios como El País, y traductor de autores como Paul Auster, Jorge Luis Borges, T. S. Eliot, F. Scott Fitzgerald, Pere Gimferrer, Michael Ondatjee, Joan Perucho, Ben Rice y Virginia Woolf. Colaboró en el guión de la ópera basada en Don Quijote de la Mancha que La Fura dels Baus estrenó en 2000 en el Liceo de Barcelona. Navarro ganó en 1986 el Premio de la Crítica de poesía castellana por Un aviador prevé su muerte. En 1990 también ganó con Accidentes íntimos el Premio Herralde de Novela, concedido por la Editorial Anagrama a una novela inédita en lengua castellana, y en 1994 ganó el Premio Andalucía de la Crítica con su novela La casa del padre. Desde 2003, es miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada.
Erika Martínez nació en 1979. Es doctora en Filología Hispánica y licenciada en Teoría de la Literatura por la Universidad de Granada. Ha publicado los poemarios El falso techo (Pre-Textos, 2013) y Color carne (Pre-Textos, 2009), que obtuvo el Premio de Poesía Joven Radio Nacional de España. Es también autora del libro de aforismos Lenguaraz (Pre-Textos, 2011). Ha preparado la edición de Quiroga íntimo (Páginas de Espuma, 2010) y de varios volúmenes de poesía contemporánea chilena, argentina y española publicados por Visor, DVD, Renacimiento y la UNAM. Su página web es www.erikamartinez.es
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