Al decir tiempo, se refería al abrigo de visón de su abuela, rasgado todavía
tras el belicismo de tanta cena formal, que aguantaba la respiración dentro de la
tras el belicismo de tanta cena formal, que aguantaba la respiración dentro de la
bolsa transparente de la tintorería en el armario.
Cuando decía tierra, se refería a las medias lunas que hay bajo cada uña, a las
distintas historias que podrían relatar del cuerpo.
Cuando decía cielo, se refería a todo lo que era variable y que la superaba.
Cuando decía alma, se refería a todo lo que estuviera más allá del cielo o más cerca, aquí,
dentro del primer mundo.
Cuando decía el mal, se refería al pie que hacía rodar a la chica hacia la cuneta, al
silencio de blanca antes de la mentira, a la mano que redactaba la orden ejecutiva, al
aire sencillo y rancio que inhalaba antes darle la espalda.
Cuando decía amor, se refería al embalse que se vaciaba, a la explosión de agua que bajaba
Cuando decía tierra, se refería a las medias lunas que hay bajo cada uña, a las
distintas historias que podrían relatar del cuerpo.
Cuando decía cielo, se refería a todo lo que era variable y que la superaba.
Cuando decía alma, se refería a todo lo que estuviera más allá del cielo o más cerca, aquí,
dentro del primer mundo.
Cuando decía el mal, se refería al pie que hacía rodar a la chica hacia la cuneta, al
silencio de blanca antes de la mentira, a la mano que redactaba la orden ejecutiva, al
aire sencillo y rancio que inhalaba antes darle la espalda.
Cuando decía amor, se refería al embalse que se vaciaba, a la explosión de agua que bajaba
por el cañón; todos los eucaliptos, los coches, y los hogares quebrados de los ricos
arrastrados hacia la cuenca. Más allá, en el llano, en los edificios de una sola planta,
estaban los humanos que no podían hacer otra cosa que soñar que el amor
les inundaba también, que los conducía junto a los animales hasta el tejado, donde en
el centro del torbellino un arnés amarillo vendría a buscarlos, para izarlos hasta la
lúgubre habitación que flotaba en manos de
las aspas afiladas.
las aspas afiladas.
de When the other man asked him did he pray (inédito)
Traducción de Ben Clark
Violence
When she said time, she meant her grandmother’s mink coat, still torn
from the formal dinner wars, holding its breath under the clear
laundry bag in a dark closet.
from the formal dinner wars, holding its breath under the clear
laundry bag in a dark closet.
When she said earth, she meant the moon under each fingernail, the
different stories they could tell about the body.
different stories they could tell about the body.
When she said sky, she meant everything changeable and above her.
When she said soul, she meant everything beyond sky or closer, here
inside the first world.
inside the first world.
When she said evil, she meant the foot rolling the girl into the ditch, the
two-beat pause before the lie, the hand writing the executive order, the
easy stale air she breathes before turning away.
two-beat pause before the lie, the hand writing the executive order, the
easy stale air she breathes before turning away.
When she said love, she meant the reservoir emptying, the rush of water
down the canyon, the eucalypti, cars, and broken households of the
rich jostling toward the basin. In the one-story homes lower down,
human beings could only dream of the love coming their way, driving
them and animals to rooftops where in a rush of air the yellow sling
would come to find them, to lift them into the dim room held aloft by
each slicing blade.
down the canyon, the eucalypti, cars, and broken households of the
rich jostling toward the basin. In the one-story homes lower down,
human beings could only dream of the love coming their way, driving
them and animals to rooftops where in a rush of air the yellow sling
would come to find them, to lift them into the dim room held aloft by
each slicing blade.
Richard Robbins