De pequeños, a esta pregunta mis amigos daban siempre la misma respuesta: "el coño". Pero yo respondía: "el olor de las casas de los viejos".
La pregunta era: "¿Qué es lo que realmente te gusta más en la vida?".
Estaba destinado a la sensibilidad...
Preciosista, preciosa y precisa película del maestro Paolo Sorrentino. La Gran Belleza me gusta más que La Dolce Vita (la comparación es inevitable). Toni Servillo, el actor fetiche del director, vuelve a bordar su papel lo mismo que lo bordó en la magistral Il Divo (2008). Varios mantras clásicos se entrecruzan en el alma de esta película, que es el alma de su protagonista, que es un alma de intelectual viejo, rico y desencantado, o sea, un alma que, a priori puede no despertar demasiadas simpatías entre los proletarios como yo pero.., qué quieren que les diga, un señor que dice una frase como la que encabeza el post se ha ganado todas mis simpatías. Además, en el fondo, cómo no sentir un poquito de ternura hacia un ricachón playboy que, pese a haberse acostado con 1001 señoras de la alta sociedad, sigue suspirando, en solitario, en su cama, por ese primer amor que no supo retener.
Roma, como todas las ciudades del mundo, tiene luces y sombras pero, a diferencia del resto de las ciudades del mundo, fue la capital de un Imperio que, sencillamente, ejecutó todo lo que Grecia había teorizado e inventó la Civilización Occidental. Se merece un homenaje musical.
En La Gran Belleza suena mucho Arvo Pärt and followers pero también suena una de las mejores sinfonías jamás compuestas: la Sinfonía en Do Mayor (1855) del gran-gran-gran Georges Bizet. No se pierdan la película ni este bellíiiiiisimo Adagio.