Blue Jasmine


Como soy admirador de Woody Allen, recibo cada película con los brazos abiertos. Después del (a ratos) decepcionante filme anterior, nos llega Blue Jasmine, que sin duda es una de sus mejores obras en lo que va de siglo (junto a Midnight in Paris, Cassandra’s Dream y Match Point, mis favoritas de los últimos años).

Blue Jasmine nos cuenta el declive de una pija (Cate Blanchett, en una interpretación sublime, como es habitual): cómo cae en desgracia después de haber prosperado, cómo toca fondo y, después, cómo sigue hundiéndose por no estar capacitada para sobrevivir sin hombres que pongan alfombras rojas a sus pies. Jasmine (ni siquiera es su verdadero nombre porque todo en ella y en su matrimonio fue tan falso como un decorado de cartón) se casó con un empresario al que le salía el dinero por las orejas. Con el tiempo, Jasmine descubre las verdades: su marido es infiel y un estafador y acaba en la cárcel, por lo que ella empieza su descenso a los infiernos. Así que se muda a San Francisco, donde vive su hermana (Sally Hawkins), para tratar de recuperar su vida y tener un techo disponible. El contraste entre ambas hermanas es uno de los aciertos de Allen, al poner sobre el tablero de juego a dos mujeres fracasadas que, sin embargo, son totalmente opuestas. Jasmine no sabe sobrevivir porque no acepta el fracaso ni se conforma con lo que tiene o puede tener, y además abusa de los antidepresivos y sufre episodios de locura transitoria y de depresión y en una ocasión la vieron hablando sola por la calle. Ginger, su hermana, trabaja como cajera y sale con hombres rudos y brutales, pero fieles y honestos, y sabe conformarse, sabe cómo mentirse a sí misma en beneficio de su futuro. Lo que nos cuenta Allen es esa relación entre ambas, y las relaciones con sus hombres, y el contraste entre el pasado lleno de lujos y el presente repleto de carencias.

Blue Jasmine, además, resulta acorde con estos tiempos y oportuna en su trama: ya conocemos varios casos de magnates que acaban en prisión mientras sus mujeres y sus hijos deben convivir con la mala fama, el descrédito y el descenso hacia el pozo. En principio no nos cae bien Jasmine porque lo ha tenido todo y porque es insoportable y porque no da su brazo a torcer; pero la interpretación de Blanchett logra hacerla humana, logra que, aunque no cuente con nuestras simpatías, sintamos un poco de lástima por ella. Allen construye aquí uno de sus dramas agridulces más sólidos. Uno de los grandes retratos femeninos de este año, junto a Frances Ha y La vida de Adèle.

Como anécdota: me gusta mucho que Woody Allen haya rescatado a Andrew Dice Clay (el mítico Ford Fairlane), que está perfecto en su papel; y me agrada que siga contando con Alec Baldwin, eterno ejemplo de eficacia y solvencia.

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