Julio César Álvarez:
"Hoy la violencia es más sutil"
Se sienta el Rick´s Café a hablar con el escritor Julio César Álvarez por la publicación de la antología dedicada a Céline El descrédito (Ediciones Lupercalia). Él y Vicente Muñoz han coordinado esta obra. Aprovechamos el encuentro para conocer de cerca cómo se gesta un libro así y las dificultades que hay que superar. La cultura cuesta, implica esfuerzos vocacionales y comprometidos de aquellos que se lanzan a ofrecerla a los lectores.
Y también nos sirve este diálogo para establecer los puentes que hay entre el tiempo de Céline y el nuestro, parece que con demasiadas analogías y pocas diferencias.
¿Qué habéis tenido que hacer para que este libro llegue a buen puerto?
Trabajar, trabajar y trabajar. Una antología está hecha de inmensa constancia. Supone leer, releer, enviar cientos de correos electrónicos… Un libro, más allá de su idealismo implícito, se hace con esfuerzo y mucha dedicación. Y en eso, Vicente Muñoz es todo un ejemplo.
¿Qué sentiste al tenerlo entre tus manos?
Un libro siempre se recibe con incomodidad y placer. Primero tiendo a ver sus fallos, sus pequeños defectos, buscar qué podría mejorarse. Pasado un tiempo, comienzo a disfrutarlo, a entender que es una parte o una extensión de mí mismo.
La visión que ofrece Céline de Nueva York tiene matices, no es la Gran Manzana, sino una manzana con gusanos. ¿Qué enfermedades humanas y sociales vio en ella?
Céline se anticipó al presente literario, y se anticipó también a la sospecha de las formas capitalistas y el tan extendido american way of life. El capitalismo, y Nueva York es su máxima expresión, estaba podrido desde dentro. Era una engañifa, el brillo de una colosal mentira.
En un relato se describe a un joven que al salir del bar en el que trabaja una pareja de guardias civiles sin venir a cuento le hacen una cicatriz en la cara. ¿Qué analogías y diferencias hay entre aquella España y la de hoy?
Hoy la violencia es más sutil, más difícil de percibir a simple vista. Los poderes, sean del tipo que sean, tienen la siempre presente tradición de ejercer violencia y humillación sobre los que están debajo. Es su condición natural. A los poderes no les gusta perder las viejas costumbres (de hecho, parte de su inmenso poder se basa en esa misma tradición, y en nuestra aceptación de ese curioso legado).
¿Hasta qué punto eran sinceros y honestos los poetas que lanzaban sus proclamabas en Radio Pirenaica?
Siempre he creído que la poesía y la política casan mal. La poesía, resulta bastante evidente, es demasiado superior a la política. Posee rasgos humanos más esenciales y positivos. La cuestión es que en ocasiones las circunstancias sociales exigen que el poeta ofrezca una opinión política, una declaración. Cuando ambos mundos se entrecruzan algo acaba funcionando mal. Salvo excepciones, la poesía se intoxica de política. A Platón le parecía necesario excluir de la ciudad a los poetas. No parece esa la demanda social actual. Aunque tampoco tengo muy claro que los poetas pudieran crear algo mejor.
¿Quiénes son los culpables a los que Céline denunció y que hoy tienen continuadores?
Céline probablemente pensaba en rostros concretos, en situaciones muy definidas. Muchas veces necesitamos una cara a la que odiar. Quizá hoy sea algo más abstracto (nadie pone un rostro concreto a los mercados o al sector financiero). Aunque Céline nunca dejó de señalar la propia naturaleza humana como el principal eje del mal. Una pésima casilla de salida.
¿Por qué los consumidores y los príncipes nunca se miran de verdad a un espejo?
No es agradable observar la propia destrucción, la insufrible decadencia. Es preferible mirar a otro lado. Los espejos nos dejan ver poco a poco la muerte, nuestro peor perfil. El consumidor y el príncipe llevan un tránsito muy agradable en esta vida. Nadie quiere cambiar eso. Los consumidores actuales sólo se miran en espejos que les hacen más delgados. Se olvidan que la muerte nos adelgaza por completo.
¿Cómo acabamos con esa lacra de funcionarios que ganan doble sueldo? Uno como funcionarios. Otro como escritores que reciben premios o accésit unas veces, y otras siendo jurado o concursantes.
Es el último reducto del pasado burgués. A los poderes políticos siempre les ha gustado poner un intelectual a la mesa. Eso entretiene mucho. Por eso le da, de cuando en cuando, un premio, un accésit o le edita algo en tapas duras (así de paso despierta recelos entre el sector literario, lo de las tapas duras ofende mucho). El ego calma la impostura, y a los poderes no les falta entretenimiento. Es un buen trato.
¿Cuáles son las responsabilidades de una parte de la población en las miserias de hoy?
Una de las principales reflexiones de Céline es que el mal viaja con el propio ser humano. No puede desprenderse de ello. Lo llevamos en sangre. Nos encanta pensar que la gente (así, en abstracto) es la culpable de que todo funcione mal. Quizá olvidamos que el principal problema somos nosotros mismos. No somos tan diferentes del resto de la gente. Y eso cuesta aceptarlo.
Sobre qué te gustaría hablar que no hayamos hablado.
Creo que Céline debería leerse en los institutos. Aunque supondría poner en duda la propia educación y las vocaciones profesionales. Se perderían ingenieros y se ganarían escritores. Y ya digo que no tengo claro que eso sea una buena opción. Es todo un problema.
Manuel Carmona, en Rick's Café.
Photo by Hugo Alonso