Después de la Biblia, algunos textos de Nietzsche, algunos otros de Kafka y de la totalidad de "El Conde de Montecristo", uno de los libros que yo creo que más afectó (de manera ya irremediable me temo) a mi joven cabezita fue "La peste" (1947) de Albert Camus.
Tras su lectura me di cuenta de que yo era existencialista y no nihilista como creía hasta entonces. Estuve mucho tiempo convencido de que yo era como Camus (existencialista, ya digo), hasta que luego me enteré de que Camus no se consideraba a sí mismo un existencialista.., así que tuve que decidirme entre ser existencialista o ser como Camus... Y me quedé con eso de ser como Camus porque en las fotos que había visto de este escritor francés se me aparecía como un tipo muy atractivo.
Pero luego leí a Sartre, que de atractivo tenía más bien poco, y ya no supe qué pensar (todo esto con el corazón roto por haber abandonado el nihilismo de Nietzsche). Esto nos pasa por filosofar y por leer. Menos mal que pronto vinieron al rescate los videoclubs, los videojuegos y demás videocosas que no me angustiaban tanto.
Mas lo que los videoestimulantes no pudieron borrar de mi ser fueron las grandes lecciones que estos libracos me enseñaron.
A saber:
1.- Se pueden derribar muros a trompetazos (esto es lo más útil que nos enseña la Biblia).
2.- Ama la Tierra. Que le den al más allá (esto es muy de Nietzsche).
y
3.- Nuestro enemigo (terrenal o divino) es todo aquello que produzca sufrimiento al Hombre.(esto es de "La peste" de Camus)
Y uno de los engendros más terribles de la Humanidad, la Iglesia, no sabe tirar muros a trompetazos, no ama la Tierra, pero sí a todo lo que le produce sufrimiento al Hombre. La Iglesia va contra natura, ellos sí, y no la sodomía que tanto espanto les produce.
Para los ateos como yo, la idea de Dios, -que ójala fuera solamente trina, pero que para cada uno de los creyentes es una cosa diferente y entonces es imposible definirla y menos entenderla-, es tan absurda como innecesaria.
Conforme los conocimientos de los humanos han ido avanzando, la idea fue cada vez menos sostenible y el asunto buscó refugio en la fe, que se tiene o no se tiene, según dicen. Pero esto ya lo sabemos todos.
Les quiero hoy regalar una de las moralejas de "La Peste" de Camus: la imposibilidad de creer en un Dios que hace sufrir a los niños quienes son, como todos sabemos, seres inocentes a los que no se puede culpar de pecado alguno.
En un capítulo de "La Peste" hay un momento que para mí es la cima de esta novela. Se describe la muerte del hijo del juez de Orán, víctima de la peste bubónica. Nuestro protagonista, el ateo Doctor Rieux, opina que: "el dolor inflingido a esos inocentes nunca ha dejado de parecerme lo que en verdad es, un escándalo". Ante el agónico sufrimiento del niño, alguien ruega: "Dios mío, salva a este niño". Sin embargo, el niño muere horriblemente. Paneloux, el sacerdote, comenta a Rieux: "Pero acaso debamos amar lo que no podemos comprender". Rieux le responde: "No, padre. Yo tengo otra idea del amor. Y rehusaré hasta la muerte amar esta creación donde los niños son torturados". Luego el cura le dice noséqué de la salvación del Hombre, a lo que Rieux replica:
"La salvación del hombre es una frase demasiado grande para mí. Y no voy tan lejos, es su salud lo que me interesa, ante todo"
Otro gran momento de nuestro héroe, que nunca se rinde en su lucha contra la peste que asola la ciudad de Orán, es cuando dice:
“ ... que si él creyese en un Dios Todopoderoso no se ocuparía de cuidar a los hombres y le dejaría a Dios ese cuidado. Pero que nadie en el mundo, ni siquiera Paneloux (el cura) que creía y cree, nadie cree en un Dios de este género, puesto que nadie se abandona enteramente, y que en esto por lo menos él, Rieux, creía estar en el camino de la verdad, luchando contra la creación tal como es”.
Está claro que el santo es Rieux, que no pierde nunca la fe, pero la fe en sus semejantes, en la vida, en encontrar un suero que cure la enfermedad y en sí mismo. El mal absoluto es la enfermedad y no un demonio con cuernos. Se combate con medicinas y no con oraciones.
"La salvación del hombre es una frase demasiado grande para mí. Y no voy tan lejos, es su salud lo que me interesa, ante todo"
Otro gran momento de nuestro héroe, que nunca se rinde en su lucha contra la peste que asola la ciudad de Orán, es cuando dice:
“ ... que si él creyese en un Dios Todopoderoso no se ocuparía de cuidar a los hombres y le dejaría a Dios ese cuidado. Pero que nadie en el mundo, ni siquiera Paneloux (el cura) que creía y cree, nadie cree en un Dios de este género, puesto que nadie se abandona enteramente, y que en esto por lo menos él, Rieux, creía estar en el camino de la verdad, luchando contra la creación tal como es”.
Está claro que el santo es Rieux, que no pierde nunca la fe, pero la fe en sus semejantes, en la vida, en encontrar un suero que cure la enfermedad y en sí mismo. El mal absoluto es la enfermedad y no un demonio con cuernos. Se combate con medicinas y no con oraciones.
En el otro lado está el padre Paneloux que arremete en sus sermones contra las gentes de Orán, culpándolas de la plaga que está diezmando la ciudad. Sus pecados, su alejamiento de Dios y similares abstractos conceptos, son los responsables del desastre. Lo que sea con tal de que Dios no cargue con el muerto: "Hermanos míos, habéis caído en desgracia; hermanos míos, lo habéis merecido".
El doctor Rieux defiende al Hombre y el jesuita Paneloux defiende a Dios (que sigue sin hablarnos).
El padre Paneloux, tras ver la agonía de aquel niño de Orán, tenía la decencia de suicidarse tras comprobar que su Dios era totalmente ajeno al sufrimiento de un niño: "Hermanos míos, ha llegado el momento de creerlo todo o negarlo todo". Con su muerte libraba al mundo de una parte de la auténtica plaga de Orán y de muchas partes de nuestro planeta: los sacerdotes y los brujos. Los mismos que todavía hoy, no dejan a la gente morirse en paz.
El título del post no es mío. Es de Albert Camus y es parte de otra genialidad del doctor Rieux en esa obra maestra de la Literatura y el Pensamiento que es "La peste".
"yo quiero testimoniar a favor de los apestados, para dejar por lo menos un recuerdo de la injusticia y la violencia que les ha sido hecha y para decir simplemente algo que se aprende en medio de las plagas: que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio".
Y yo estoy de acuerdo con el gran Camus, otro mega creador de citas memorables. Y nos rebelamos, como hacía él, frente al absurdo, en lugar de ser unos pesimistas, como Sartre. Rebelión contra la Creación, ésta es la misión del Hombre.
Porque el mal nace de la ignorancia (Sócrates). Y la ignorancia tiene cura. Un montón de curas.
XLuis MP
Si, supongo que en el ser humano, en lineas generales, hay más cosas buenas que malas, aunque malas hay bastantes. Después, obviamente, cada persona es un caso, y/o casos.