Les voy a contar cómo funciona el asunto: el manipulador adapta sus opiniones, comportamiento y sentimientos según la persona, culpabiliza a los demás de su responsabilidad, sabe hacerse la víctima o adular súbitamente para lograr lo que persigue, y también en un experto en hacerte la cama dividiendo y mintiendo lo que sea menester. El manipulador pasa de los derechos de los que le rodean, y sus necesidades y deseos los aprecia solo en función de sus objetivos. El manipulador tiene un abanico amplísimo de herramientas para controlar, el chantaje emocional, el reproche, la alabanza, todo para tumbar por KO la soberanía personal de sus congéneres. Por el contrario, el manipulado tiene terror al conflicto y suele ceder a las peticiones del otro para que no se enfade. El manipulado tiene necesidad de aprobación, suele ir siempre a la defensiva, antepone sus necesidades y preocupaciones al bienestar del manipulador. Porque el manipulado le tiene pánico al fracaso, rechazo o quedarse solo. El resultado de esta confrontación es que el manipulador convierte en un títere al manipulado, que dependerá de las corrientes emocionales de su verdugo. Ya que, al final, se trata sencillamente de esto: víctimas en busca de un verdugo. Y hay una pléyade verdugos esperándonos, a nivel interpersonal, publicitario, social, mediático, político… Lo que más les gusta es crear miedo, inquietud, para minar la asertividad, la confianza en uno mismo a fin de que nos convirtamos en enfermos dependientes de sus actitudes y decisiones. El manipulador aborrece que le hagan sombra, la gente que toma sus propios riesgos y adopta sus propias conclusiones, quienes les ponen límites y saben buscar soluciones y están seguros de que la vida es un quid pro quo que también les debe reportar energía, felicidad y bienestar. Pues esto es lo que les quería contar hoy. Mi pregunta es: ¿dónde quieren pasar el resto de su vida?