Céline es un caso aparte. Una muestra más de como unas palabras escritas a destiempo eclipsaron a sus hechos, a saber, su participación en la Primera Guerra Mundial, sus servicios como médico a la gente más pobre y necesitada (que casi nunca le pagaban), su alistamiento en la Segunda Guerra Mundial para combatir a los alemanes en un barco que se fue a pique poco después de salir de puerto y podría seguir así un buen rato, pero ¿para qué? Los mediocres ya le han condenado y ya sabemos, o deberíamos saber, que son los mediocres los que dirigen el cotarro, y lo raro es que todavía hoy viendo como están dejando el mundo les consintamos seguir haciéndolo, pero bueno, estaba hablando de Céline, al que nada ni nadie pudieron, ni pueden, ni podrán eclipsar su genio creativo, y menos aún cuando todavía hay gente dispuesta a dar la cara por él, a partírsela por él, como gran parte de estos 26 autores que participan con sus textos en El descrédito (y si digo gran parte se debe a que algunos le dan caña de cojones), a los que hay que sumar a los ideólogos, a los antólogos, los escritores Vicente Muñoz Álvarez y Julio César Álvarez (que firman dos impecables prólogos). Estamos ante un libro en el que los distintos posicionamientos de los autores ante la vida y obra de Céline enriquecen el libro y lo más importante: nos meten las ganas en el cuerpo de salir corriendo a la librería más cercana a comprar algo de Céline, que, dicho sea de paso, estaría más que orgulloso de este compendio de textos que dan luz a los rincones más oscuros de un autor que, y en esto coincido con él, solo cometió un error: escribir la novela más grande de todo el siglo XX y seguir a día de hoy influyendo en cantidad de escritores, entre los que me incluyo.
Los 28 escritores, siguiendo el orden en que aparecen en el libro son:Vicente Muñoz Álvarez, Julio César Álvarez, Miguel Sánchez-Ostiz, Mario Crespo, Celia Novis, José Ángel Barrueco, Óscar Esquivias, Bruno Marcos, Pepe Pereza, Isabel García Mellado, Álex Portero, Vanity Dust, Juanjo Ramírez, Patxi Irurzum, Juan Carlos Vicente, Velpister, Esteban Gutiérrez Gómez, Pablo Cerezal, Javier Esteban, Choche, Miguel Baquero, Carlos Salcedo Odklas, Joaquín Piqueras, Adriana Bañares, Gsús Bonilla, Alfonso Xen Rabanal, Daniel Ruíz García y Enrique Vila-Matas.
Quiero agradecerle a Barrueco que me citara en su texto. Gracias, bro.
Podría haber elegido muchos pasajes de este libro, pero al final me decidí por uno del texto de Mario Crespo, en el que enlaza a Céline con algunos de los miembros de la Generación Beat, y que va sobre la visita que estos le hicieron en Meudon:
LA ENTREGA DEL TESTIGO ( 2. La visita)
Tiene los ojos separados y la boca muy lejos de la nariz. Pero lo más característico de su rostro son las cuencas de sus ojos, dos pozos oscuros que otorgan a su mirada una lejanía propia de otro mundo. De hecho, y aunque mantiene la viveza de su personalidad, Louis parece vivir en un universo paralelo. Pese al calor estival, viste un grueso chaquetón y protege su cuello con dos bufandas anudadas. Lucette siente que a su marido le queda poco de vida, que su existencia ha comenzado ya a flirtear con "el otro lado". Por eso intenta no ser tan estricta con él como lo es con sus alumnos de danza. Aun así, no puede evitar recordarle con vehemencia algunas de sus obligaciones caseras, como encerrar a los perros. Louis obedece sumido a sabiendas de que, a pesar de considerarse el escritor más grande de Francia, Lucette y sus perros son las únicas cosas que le quedan en el mundo de los vivos.
Hoy tiene visita; unos jóvenes americanos que, según dicen, le profesan veneración, acuden a Meudon para charlar con él. A Louis le interesa bien poco, a estas alturas, la literatura de otros, y menos la de unos jovenzuelos descarados y rebeldes, pero le encanta que le adulen y le muestren respeto. Por eso ha accedido a recibirlos. Suena la campana y Louis acude al portón de entrada para abrir la verja. Lucette ha colocado cuatro astrosas sillas de madera en el jardín y, tras saludar a los jóvenes, se dispone a preparar unas copas de vino. Los perros no paran de ladrar y los visitantes se muestran algo aturdidos; observan con extrañeza la jaula y caminan torpemente hasta alcanzar la parte trasera del jardín.
Sentados alrededor de una mesa, Bill y Louis charlan con entusiasmo sobre las cárceles que ha conocido. Louis deja una interesante sentencia que aviva un poco más la llama de la confianza que se acaba de encender entre ellos: "sólo conoces un país cuando has visto sus prisiones". Esto les conduce a hablar sobre drogas, materia en la que también se desenvuelven como expertos. Al y Lucette parecen mantenerse al margen. Entonces Al decide cambiar el tema de conversación y le entrega a Louis tres libros:Gasolina, de Corso, Aullido, de Ginsberg, y Yonqui, de Burroughs. Las obras no parecen levantar ningún interés en Louis, que también se muestra indolente cuando le hablan de algunos de sus coetáneos, como Sartre, Beckett o Genet.
Tras dos horas de animada conversación -Louis no recibe más visitas que las de su amiga Arletty-, les enseña las dependencias de la casa y los despide desde la verja pensando que cuando él ya no esté quizá esos chicos puedan sustituirlo en el Olimpo terrestre. O quizá no.
Varios Autores. El descrédito. Viajes narrativos en torno a Louis-Ferdinand Céline. Ediciones Lupercalia, septiembre 2013. Selección y prólogos por Vicente Muñoz Álvarez y Julio César Álvarez.
Más información en el blog que los antólogos han abierto: El descrédito.
David González, del blog El lenguaje de los puños.