Todas las flores se evaporan como el incienso y entonces recuerdo que los héroes también mueren.
La noche me envuelve aún en pleno día marchitando mis esperanzas bañadas de sol. Un grito desesperado de estrellas que no dejan de ser negras perforando mi pecho, llenando de cruces mi rostro.
Rezo en vano a una virgen sorda que sólo escucha las plegarias de los necesitados de turno que nunca llevan fresias a su altar en agradecimiento. Como el cristal, mi alma se quiebra frente al estallido de la tormenta. Una lluvia furiosa que mancha de barro las botas nuevas que llevo puestas.
Escribo inútilmente intentando redimir el dolor de la ausencia, como quien quiere resucitar mariposas disecadas de colección. El engaño de un posible abrazo de cosmos brillante en un cuerpo opaco - el mío - que nació mustio, sin probabilidad de transformarse en amatista o siquiera oler a sándalo.
¿De qué vale gozar por instantes cuando se roza la pérdida de las manos unidas de forma infinita? Inmundicia de mujer rota. Sangre coagulada. Pájaro ónix abandonado al filo de la jaula.
Julio y enero. Fechas trazadas en mi calendario de ilusión, números amorosos que riegan sueños. La realidad es un espanto - mi realidad - de manera que cierro los ojos y ofrezco mi cielo a cambio, apenas, de un poema.+