Ten cuidado con lo que deseas

Escribo estas líneas porque estoy inquieta y por hoy ya he leído demasiadas cartas.

Y porque la espera como forma de vida debería castigarse con la muerte.

La otra noche, cuando soplé la vela de la tarta improvisada que me regaló Gaga, la dueña del Huertas 1, donde celebramos el cumpleaños, mis amigos me dijeron que cerrara los ojos y pidiera un deseo.

Yo lo tenía claro.

Hasta que Raquel, anticipándose a mi petición secreta, dijo: "ten mucho cuidado con lo que vas a pedir".

Creo que ella lo sabía, y creo que tenía razón; pero aún así lo pedí igualmente.

Porque a veces es aquello que perseguimos con más fuerza lo que está destinado a destruirnos; y se produce una paradoja extraña (todas lo son): que somos nosotros los que corremos detrás de lo que habrá de hacernos daño.

Por eso no desistí.

Hay decisiones que nos hacen más pequeños, que apartan de nosotros la posibilidad de convertirnos en seres especiales.

Lo que decimos, lo que hacemos.

Lo que deseamos.

Es posible que no se ajuste a la excepción y sea mediocre, calcado del guión de una película de las cuatro, pero ni siquiera la certeza absoluta de saber que nos estamos equivocando nos hará cambiar de opinión.

Escribo estas líneas porque estoy inquieta y porque la espera debería castigarse con la muerte.

Sé qué es lo que quiero hacer y sé que no debo hacerlo.

Y esta es la única alternativa que me queda.

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