Un lábil Torquemada


     
Ante todo, confirmar que soy galdosiano. Un firme enamorado del manicomio político-social fundado por el escritor, en el que se remata sin  descanso y con humor, vicios morales, manías y profesiones en barroco retablo. “Las novelas de Torquemada” casan al milímetro con este ideario, una tetralogía con Francisco Torquemada como protagonista, usurero feroz y estrafalario empeñado en su vertiginoso ascenso social cual “Bel Ami” de pacotilla, en el marco histórico de la Restauración. La decadencia de la nobleza tradicional fusionada con el ascenso de la burguesía fenicia, deja la puerta abierta a este personaje de “alma ennichada y puñalera”. En su meteórica promoción, Galdós retrata el choque brutal entre la imaginación y la realidad tan de estirpe cervantina, especialmente a través de las ínfulas sociales de las aristócratas arruinadas con las que emparenta, mientras se impregna de las maneras y pule su lenguaje -para regocijo del autor, cuyas extraviadas peroratas ridiculiza de continuo-. La gracia de nuestro héroe tiene mucho que ver con el famoso enunciado de Gabriele D´anunzio: “Soy falso… pero sinceramente falso“. Nuestro berroqueño Torquemada es un avaro franco, a quien ni la posibilidad de pasar de prestamista a financiero logra endulzar esa pena del desembolso necesario para acomodar su entorno material a la situación de prohombre. Resultan magníficas las broncas con su cuñada acerca del dispendio del nuevo tren de vida, así como la confirmación de que es un personaje sin fisuras, cuando incluso en la hora de la muerte regatea la salvación de su alma con el mismísimo Creador. A la postre, en un circo lleno de majaderos, arbitristas, locos, aprovechados, gandules, nobles trasnochados, chismosos, comparsas, espiritualistas, pedantes, masoquistas y pobres de solemnidad, Francisco Torquemada es el único personaje con las cartas boca arriba, incluso de una manera cándida: un tacaño de una pieza. Entremedias, Galdós nos regala prolijas y delirantes descripciones, como la de la esposa de don José Donoso, orgullosa de su mala salud, o frases que brillan como gotas de oro entre toda la corte de los milagros: “Qué hizo Dios, al crear al hombre, mas que fundar el eterno sainete”. También nos hace una summa narrativa repasando técnicas en prosa y poética habidas y por haber, crónica, cuento, sermón… épica, dramática, lírica… Asimismo, es postmoderno mucho antes del postmodernismo, autorreflexión, parodia, autoconciencia, metaficción… Pero, sobre todo, hay una constatación en toda su dialéctica: Benito Pérez Galdós, cachondo, mundano y elocuente, se lo pasa estupendamente cuando escribe.


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