Salamandra ha tenido a bien de recuperar esta obra del autor norteamericano que parece que hubiera descubierto Antonio Muñoz Molina. Y digo que parece porque en abril de este año Muñoz Molina no conocía al autor de nada y, de repente, dejó todo lo que tenía entre manos para dedicarse a la obra del escritor estadounidense, lo recomendó en El país y, al menos en la librería donde trabajo, hubo un pequeño boom de clientes preguntando por La última noche y, en vista de que nos quedamos sin existencias (el libro es de 2006 en su edición española, es decir, hace más de seis años por lo que tan solo teníamos un ejemplar de fondo), cualquier libro del autor. Alguno torcía el gesto, "si es nuevo, ¿cómo es que no lo tenéis?". "No, señor, no es nuevo. Tiene sus añitos ya y la editorial se ha visto superada, ahora mismo está en reimpresión". Algo parecido ocurrió con Tierra desacostumbrada, de Jhumpa Lahiri, un libro que tuvo una nueva oportunidad a raíz de una recomendación de Fernando Trueba. Por un lado me parece perfecto, dos libros de relatos que se empiezan a vender y gozan de segundas vidas. Por otro lado asusta el poder de convocatoria que puede tener una persona. Quiero decir que estos libros eran ya buenos antes de que dos personas reconocidas les dieran su aprobación. Sea como fuere, la editorial Salamandra recuperó el pasado verano Juego y distracción, escrita en 1967. Ahora reedita, la anterior edición pertenecía a El Aleph y era complicada de encontrar, Años luz, escrita en 1975.
Años luz es una novela sensorial, descriptiva, que se fija en los detalles, en alguna charla suelta y en pequeños acontecimientos diarios para atravesar la vida de una pareja a lo largo de los años. Él, Viri, arquitecto; ella, Nedra. Clase acomodada, con una casa en Manhattan y otra de campo, disfrutan de los placeres que da su situación económica junto con sus dos hijas, Franca y Danny. Todo parece trascurrir con sosiego, con una moderada felicidad, no son el prototipo de familia americana, pero se le acerca bastante.
Salter utiliza el recurso de capítulos breves, sin aparente conexión entre unos y otros más allá de la de que sus protagonistas son siempre la familia. Una cena, una charla con unos amigos, unas compras. Todo trivial, aparentemente. Porque James Salter va salpicando un poco allí y otro poco allá la narración de pequeños flashes que nos ponen en alerta. Un silencio. Un comentario. Un gesto. Esta pareja no es tan feliz como parece. O lo ha sido, quizás, por qué no, pero el paso del tiempo ha ido haciendo mella y lo que antes eran pequeños roces ahora son enfrentamientos.
Novela que uno empieza a leer y sigue avanzando entre sus páginas, sin descanso. No hay nada especialmente llamativo pero eso no impide que continúes leyendo. Cuando te quieres dar cuenta, estás tan involucrado con los designios de esa familia que llegas al final sobrecogido. Las últimas tres páginas acaban por dejarte derrotado.