por si se va la luz, un libro sobre lo rural y la muerte, o todo lo contrario


No hay mejor color en el mundo que el del interior de un animal.
Lara Moreno


Durante el tiempo que ha durado mi lectura de Por si se va la luz, o primera novela de Lara Moreno, han pasado por mi cabeza decenas de imágenes que no he necesitado apuntar para que permanezcan, imágenes que distribuiré ahora en este espacio blanco y que no son más que mi prolongación mental del libro, el asentamiento de sus páginas en una cavidad cerebral tallada por el propio libro y que esta vez ha sido cruel y luminosa, visceral y visionaria a partes iguales.

Sin embargo no es hasta el momento de dar título a la entrada del blog cuando mi recuerdo único e intrasferible de la lectura debe recogerse en unas pocas palabras, una imagen. Rural y muerte. Rural y muerte. Un libro sobre lo rural y la muerte. ¿Podría ser? Porque hablar de lo rural conlleva inevitablemente a hablar sobre lo urbano. Porque hablar de la muerte significa calibrar la vida. Pero ganará la tierra. Ganará el camino hacia la desaparición. La sequía. La caída del mundo conocido frente al brote de las plantas y los embriones humanos.

¿O es todo lo contrario?

Tal y como menciona la contraportada del libro, Lara nos llenará la cabeza de preguntas y nos hará ver que las respuestas son múltiples y nuestra visión limitada.

Nota personal:

Por si se va la luz ha sido un refugio al que una parte de mi pedía volver, incansablemente. Una adicción de curiosidad y anhelo, o quizás la necesidad de acercarme a molestar al ser arcaico que late, pequeñito y mortecino, en algún lugar dentro de mi, tan aplastado, tan espachurrado por la vorágine gris, diaria, de la rutina ciudadana. ¿Sigues vivo? Leer hasta que los párpados se hinchan y la cabeza deja de comprender las palabras.

Fin de la nota personal.

Por si se va la luz es un texto sobre el regreso (o la huída) al campo en un futuro que podría ser casi el presente. Sobre el proceso de desurbanización. Sobre la vida más allá. Existe un esquema de desorden metropolitano que deja gran parte a la imaginación. Breves y acertadas menciones al quehacer político y el deterioro de los recursos. Escasas miradas a la urbe y su progresiva caída, excepto cuando los personajes recuerdan sus vidas anteriores, sus motivos, sus antiguos estímulos y comportamientos. Sus antiguos vínculos y necesidades. Por qués que caen al suelo dejándonos demasiado vulnerables y desnudos.

¿Roza la ceguera, nuestro estilo de vida?

(Quienes no quieran indagar en esta pregunta, no deben tener este libro en casa.)

¿Es la solución dejarlo todo y aislarse? ¿Dejaremos por ello los humanos de ser humanos?

Un libro aparentemente extremista que, a mi parecer, es una búsqueda catártica del necesario término medio.

Una pareja que se asienta en una aldea semiabandonada. Los habitantes previos.

Dos ancianos al límite de la existencia, el propietario de un granero convertido en bar. Siete personajes en total. Un mínimo de animales. Huertos y tierra en las uñas. Pensar continuamente: este libro debería ser llevado al teatro.

Pensar: la cabeza de Lara funciona muy rápido.

Cambia de piel, se tiñe completamente con el filtro de cada personaje. 

Lara bruja. Lara viejo senil. Lara niña insondable. 

Lara hombre con erección. Lara paisaje. Lara animal moribundo. 

Lara interacción entre personajes.

Lara interacción con el entorno.

Lara saltando de la primera a la tercera persona.

Jugando con las posibilidades y las palabras.

Lara impredecible.

Sobre el estilo diré: sorpresa.

Diré: belleza.

Diré: no es una novela con arterias poéticas.

Diré: poesía hecha novela.

Novela ópera prima que muchos soñarían haber escrito. Un montón de páginas cargadas de episodios que sitúan la crueldad y la paz en lugares inesperados.

Siempre bajo control la cadena de palabras.

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