Si existen sobre la Tierra otros seres distintos
de nosotros, ¿cómo no los conocemos ni los
hemos visto nunca?, porque supongo que no
me hará creer que usted los ha visto.
Maupassant
Había una vez una especie de mujer con su dolor de loca. No era una loca normal sino un trofeo de sí misma. Se tomaba el pulso para medir el amor y sonreía mientras se balanceaba sobre su cama, en una convulsión de huesos para el abrazo íntimo. Deslizaba sus manos alrededor de todo el cuerpo como si tuviera dinamita, pirotecnia. Ella era la mismísima reencarnación de ella en su bajeza más miserable y se alzaba, escapularia, apuntando hacia el cielo raso con los ojos y decía:
Soy una descarga eléctrica, mírenme los ojos de cuerva, este cariño que voy a vomitar abriendo las piernas, solamente para mí
véanme todos
el mundo está mal hecho, pero yo, yo tengo un puñado de tetas afligidas, lapidarias y las doy a luz, porque el amor
(se tapa la boca, está a punto de vomitar)
Había una vez una especie femenina perfecta, capaz de alucinarse enamorada y mostrarle al mundo que el humo de un cigarrillo algunas veces es azul, y otras, la resurrección de una ceniza en símbolo fascinado
Cuando estuvo repuesta continuó:
Soy el apocalipsis lento de aquellos hombres que están graves
el género embrutecido de la angustia
el delirio de alguno que dejó de ir al cine porque mis caderas lo absorbieron manifestándose así una lástima profunda.
Lo amo, pero estamos dentro de una película de David Lynch y no sé si todo es posible o no
y estoy loca, muy loca,
imagínense un metro sesenta de dinamita
o una bombita de luz entre los dientes
una pantera hacia el lado izquierdo de la cadera y un lobo hacia el derecho
y en el centro del pecho una legión de hombres que son sólo uno, matándose en afán de tenerme
Esta cama es un insulto de los relojes, el lloro de una loca que no supo serlo del todo y por eso, ahora, ustedes los lectores
van a llevarse una mano al sexo pensando en la trastornada del amor
y ni siquiera de esa forma podrán aliviar la descarga de una galaxia completa haciendo juego de luces.
Háganse el favor de meter la cabeza en el horno asegurándose antes que mamá haya puesto a cocinar un pollo y sientan cómo van a brillar
esas alitas que tanto hubieran querido tener