Irène Némirovsky: Suite francesa.
Salamandra. Traducción de José Antonio Soriano Marco.
Quería escribir sobre El baile (Salamandra), donde Némirovsky demuestra que una mala madre es más dañina que una guerra. Sin embargo, Suite francesa venció.
Redactada en Francia durante los primeros años de la II Guerra Mundial y en vísperas de su propio exterminio, Némirovsky, de origen judío, se propone no descargar odio «sobre ninguna masa de hombres, sean cuales sean su raza, religión, convicciones, prejuicios o errores».
Así, humaniza al enemigo y llama a los alemanes pobres chicos —«admirable disciplina y, en el fondo del corazón, ni una chispa de rebeldía»—, aunque no perdona a los individuos: lo que importa recordar «no es tanto los atentados y rehenes fusilados como la profunda indiferencia de la gente».
Critica duramente el sistema de clases, la mezquindad burguesa y las absurdas convenciones. «Los hechos históricos sólo hay que rozarlos, mientras se profundiza en la vida cotidiana y afectiva y en la comedia que eso ofrece».
La autora concibió Suite francesa en cuatro movimientos, como una sinfonía beethoveniana. Fue arrestada y solo acabó dos. Lo excepcional no nos transforma, decía, pero desvela y afila nuestras aristas. Para conocerse a sí mismo, hay que experimentar también la tempestad.
La calle donde vivo fue ocupada por soldados alemanes. Némirovsky perecía en Auschwitz. Ellos repartían golosinas entre los niños.
«Poco después, en la carretera, en lugar del ejército alemán sólo había un poco de polvo.»
«Poco después, en la carretera, en lugar del ejército alemán sólo había un poco de polvo.»