1. Después de la lectura de aquel Mi primer bikini de Elena Medel (Mi primer bikini, lectura en contexto) me dediqué a la lectura de poesía casi de forma religiosa, con la vocación con la que un monje cartujo repasa los códices. Vale no, probablemente me dediqué a ella más como un niño se dedica a su helado, lo come, lo saborea, lo lame, pero no lo hace de manera adulta, dependiendo del día lo devora en una fracción de segundo o ejerce con él una especie de despliegue de poder paseándolo frente a los demás, sin tocarlo, hasta que el helado se vuelve contra él y va derritiéndose sobre la mano. Así leía, devoraba libros y más libros y de vez en cuando los sacaba a pasear, chuleaba un poco. Ya saben, en todos los institutos hay un adolescente poetófilo. Sí, son insoportables.
2. Del primer poema que escribí no me acuerdo. Lo único que recuerdo es que era para clase de lengua y que me pusieron un ocho. A mí, que era un estudiante de aprobado raspado. Por aquella época escribí dos o tres poemas más. Escribí el poema que quizá hizo que verdaderamente pensase que podía ser escritor. Sólo recuerdo el título, se llamaba Servilletas de papel maché. Seguro que está entre las ruinas de algún disco duro, pero después de trece años de siglo XXI uno aprende que en los ordenadores también se pierden cosas como se pierden los niños en el parque y los recuerdos en la memoria. Recuerdo del poema que era una enumeración (algo borgiano sin yo saber que era borgiano, aunque más a la altura y estilo de la repetición sabinesca, ya tu sabeh). También me acuerdo que en algún momento había algunos versos que hablaban de mí sentado tras la ventana mirando la lluvia. La adolescencia de un poeta siempre pasa sentado tras la ventana mirando la lluvia.
3. Edgar Allan Poe fue huérfano. Su madre murió joven y él y su hermano fueron dados en adopción por separado. Poe acabó en la casa de John Allan un rico marchante de tabaco con una esposa enferma que nunca quiso adoptarlo oficialmente. A Poe tampoco le caí muy bien, de hecho adoptó su apellido pero firmaba Edgar A. Poe. Los primeros versos del poeta datan de 1824. Son dos versos, escritos a la edad de 15 años en el borde de una hoja en la que su padre adoptivo realizaba las cuentas de su empresa.
Anoche, oprimido por preocupaciones y fatigas
Agotado, me tumbé en un diván y descansé.
Adolescente, melancólico, adolescente, poeta. Estos dos versos son, a su manera, un estar sentado tras la ventana mirando la lluvia. Quizá todos los poetas, ya fuesen medievales, románticos, surrealistas, sociales, ilustrados, beat, modernistas…, tuvieron su momento de poeta adolescente, sus versos sobre la ventana y la lluvia y ellos mirándola e identificando con la tormenta su alma.
4. Encontré un concurso de poesía en la web, creo que lo organizaba una web que se llamaba Centro Poético. Era la primera vez que yo buscaba un premio, ahora ya es una parte más del oficio, pero por entonces no sabía muy bien lo que hacía. Mandé el poema sin decir nada en mi casa. Al tiempo llegó una carta, me la dio mi madre al llegar de clase. La carta estaba abierta. Mi padre y yo ya no nos entendíamos muy bien, él sospechaba de todo y había abierto la carta sin mi permiso. Me hizo sentarme en el salón con él. La carta decía que mi poema había sido seleccionado como finalista y que se publicaría en un libro con el resto de finalistas y el ganador. Mi padre me dijo que era un timo. Yo me enfadé porque me pareció que no era más que otra forma de intentar contrarrestar aquello que a mí me hacía feliz. Efectivamente, era un timo. Igual que a mí le decían a todos que habían quedado finalistas y vendían el libro creo que por 50 o 60 euros, al final sacaban una pasta. Tardé en aceptarlo un par de días y por supuesto no le reconocí nada a mi padre. A partir de ahí, de ese fracaso, empecé a escribir. Ese fue el punto de partida. Lo que marca un inicio. Sentí tanta rabia al tener que reconocer que realmente no era tan bueno como creía, que no me habían seleccionado como imaginaba, que me puse a escribir con la determinación del loco.
5. Poe escribió por hambre tras perder la manutención de su John Allan que estaba harto de cargar con un parásito que no era ni su hijo. Mandaba cuentos a revistas que le daban algunos dólares e iba tirando. Yo escribo probablemente despechado tras aquél estúpido malentendido que me hizo creer que era un buen poeta a los 16 años y luego me lo arrebató. Intentando demostrar que valgo a un padre que probablemente ahora es feliz sabiendo que valgo pero que entonces vio muy claro, demasiado claro para mí, que todo era un timo y que no era posible que yo escribiese bien. Elena Medel no sé por qué escribe. Habría que preguntárselo. Los tres fuimos, dejadme que me lo imagine, adolescentes, poetas, sentados tras la ventana mirando caer la lluvia.
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