Siempre me he preguntado qué pensarán los grandes cuando se saben admirados por la humanidad. Imagino a Pablo Picasso con su camiseta sin mangas leyendo la prensa bajo un árbol, analizando un artículo sobre su obra. Le supongo guasón, bromeando con su mujer, o su amante, sobre las tonterías que dicen de él.
Yo quería llegar a ser Pablo Picasso y después desaparecer. Ese era mi sueño, pero desaparecer por darme gusto y no porque media INTERPOL me siguiera la pista para encerrarme.
Qué inocente fui. O que tonto.
(extracto de lo último en lo que ando metido. Su título: Vivir del cuento)