Ella se ríe
Hoy cumple años mi hermana menor, nació en septiembre del 2000, cuando ya todos sabíamos que el Y2K no había llegado a mayores. A nuestra familia llegó 11 años después, en abril.
Todavía me acuerdo del oso inmenso, gigante, casi más grande que ella con el que bajó del avión. Se reía, ella siempre se ríe. No sonríe, se ríe. Y resuena ese sonido hasta que te contagia.
No creo que lo sepa, pero es una de las personas que más admiro en este mundo. Nació en plena selva misionera, tiene hermanos biológicos a los que quiere y extraña y hermanos adoptivos a lo que también quiere y extraña. Si los uniera a todos, podría armar un equipo de futbol con sus suplentes. Todos la queremos a ella.
Y ella se ríe y nos mira con amor. Con ese amor que tienen las personas buenas, las que no saben que pueden mirarte de otra forma.
Admiro su tenacidad, su capacidad de cambio, su forma de ver la corta vida, su falta de prejuicio.
La admiro porque a los 11 años, una jueza le dio la oportunidad de elegir otros padres distintos a los que ya tenía. Y ella eligió padres reales, de carne y hueso, pese a la decepción que ya se había llevado con los propios.
Si a mí, a esa edad me daban a elegir, nunca hubiese pensado que había padres buenos. Salvo el de Arnold y Willy en la serie de tv Blanco y Negro, había llegado a la prematura conclusión, junto con varios compañeros de escuela, que los padres complicaban la vida.
En cambio ella, apostó a padres normales, a cambiar de provincia, a dejar a sus hermanos, a los amigos que la habían recibido cuando minoridad la dejó en el hogar y a los tíos adoptivos que la criaban.
Cuando sale a la calle baja la cabeza y a mí me dan ganas de gritar: Acá está la mujer más valiente del mundo. Quisiera que todos la vieran, que conocieran su historia, que la quisieran por todos esos años en los que sufrió.
Para mi hermana, el pasado pisado, dice que de grande quiere ser cantante, jugadora olímpica y tener cuentas en Suiza. Y como creo que puede con todo eso y más, le hice prometer que me llevaría de viaje cuando tenga la primera cuenta en Suiza.
Mi hermana se ríe. Cuando te abraza, clava su cuerpo huesudo contra el tuyo y pareciera entonces que te estás comprimiendo.
Me hizo ver a mi padre de otra forma, claro que ya no pensaba que era un ogro, eso se me pasó después de los 20. Le cuenta lo que le pasa, si el chico que le gusta no la mira, si en la escuela se burlaron de ella, si el chico que le gusta, gusta de otra chica, si se ve gorda… y eso provocó el milagro. Mi padre, la entiende a veces, pero sabe lo que le pasa, hablan, discuten, juegan. Ella supo, habiendo nacido sin un padre presente, como se trata a un padre y nuestro padre supo cómo tratarla a ella, cosa que le había costado muchísimo con sus hijas anteriores. Entonces los quiero y los admiro aún más a los dos. A mi padre por su coraje, su determinación, su corazón enorme y a ella porque solo Dios sabe cómo logró compartir pesares de adolescente, que son tan intrínsecos y oscuros como el que chico que te gusta se cambia de colegio. Yo me encerraba a llorar en la habitación, no hablaba con nadie, culpaba a la familia de mis “desgracias”. Ella se ríe, nuestro padre la escucha y ella no comprende como no le preocupa que haya aumentado 100 gramos o que en la escuela la llamaron por un apodo que la lastimó o que el chico que le gusta parece que repite de grado.
Mi hermana menor cumple 13 años, seguro se ríe al verme, reirá cuando sople las velitas y pida sus tres deseos y seguro se ríe cuando nos despidamos. Esa risa repiqueteante y contagiosa, que la hace ver la vida de una manera tan simple y sencilla, tan ella.