Tengo un amigo gafapasta que colecciona servilletas de papel de lugares de culto donde sus escritores favoritos han pasado muchas horas de su vida: cafés, pubs, bares o restaurantes con pedegree.
La semana pasada se me ocurrió mandarle por correo desde Nápoles la servilleta de un karaoke en el que no logro imaginar a ningún intelectual ni aun estando en horas bajas. Se trata de un lugar sórdido y decadente donde un amigo italiano quiso llevarme para mostrarme que existe otra Italia aparte de las moderneces de los locales milaneses.
Para ser mayor el impacto, le pedí a una camarera disfrazada de teeneger que manchara la servilleta con su carmín y que escribiera 'algo bonito'. Siguiendo la broma puso con letra infantil algo así como 'con amore'.
Mi amigo, aunque es cultureta, tiene sentido del humor; no así su mujer, que no le ha visto la gracia por ningún lado. Ella también es gafapasta, pero de la facción ultra. No hay quien la saque de la filmoteca. En cambio, su marido y yo nos lo pasamos en grande cuando reponen la serie de Chuck Norris, y eso ella lo lleva fatal.