Todo comienza como en las pelis de terror, sin darle demasiada importancia a la cosa. Un día, durante un descanso de trabajo, nos tomamos un café y Javi e Isaac comentan su reciente visionado de ‘Expediente Warren. The Conjuring’ Los dos son hombres hechos y derechos; uno mide más de dos metros, el otro escala montañas; y sin embargo, al recordar juntos algunas escenas de la película, parecen aterrorizados. Yo no digo nada. Me limito a sorber sin demasiada prisa mi café con leche de soja y a pensar que exageran, pero el extraño fenómeno, digno de interés antropológico, consigue que me quede con la copla y eche un vistazo a la cartelera. Allí descubro otro punto a favor de la película: la ponen en los Ideal Esto es muy importante, porque procuro no moverme más allá de un radio de un par de kilómetros de mi casa. ‘Si no puedo llegar andando es difícil que vaya’ es uno de mis lemas favoritos; y lo cumplo a rajatabla, esa es la verdad.
Transcurren algunas semanas.
No voy al cine.
Y entonces vuelve Borja de Brieva, donde cada año disfruta sus vacaciones de aristócrata y, como un caballero, se ofrece a acompañarme cuando comprobamos sorprendidos que la peli aguanta en cartel. Investigo un poco más: me entero de que está basada en hechos reales (¡una película sobre exorcismos y casas embrujadas basada en hechos reales! ¡Arte y ensayo elevado a la enésima potencia!), lo que inevitablemente me remite a mi adicción por las TV Movies, de las que –me temo- soy la única fan que queda viva. No hay nada más que hablar.
Ayer la vimos por fin, después de haber sobrevivido juntos, en años anteriores, al visionado de pelis de terror tan variopintas como ‘El orfanato’, de la que rescatamos al personaje de Benigna, interpretado por Montserrat Carulla; ‘Insidious’, dirigida como ‘Expediente Warren’ por James Wan; o ‘Buried’, ese film. Y lo pasamos fenomenal.
Tuvimos miedo, nos tapamos los ojos y nos sorprendimos víctimas de esa risa un poco histérica con la que se pretende conjurar a los fantasmas.
‘Expediente Warren’ es buena porque no es pretenciosa. Las cartas con las que juega son sencillas, no hay farol: dos increíbles actrices, Vera Farmiga y Lili Taylor; una aún más increíble historia, por lo que tiene de supuestamente cierta y repetida: la de una familia tan feliz como numerosa, que se traslada a una misteriosa casa entre los árboles; y una construcción cinematográfica eficaz, porque no recurre a nada impactante, sino a los trucos y las herramientas más sencillas, como el ruido de una palmada en la oscuridad.
Un televisor con nieve, pájaros estrellándose contra el cristal, sótanos invadidos por el polvo, relojes que se detienen, muñecas diseñadas por un perturbado mental... la lista de tópicos es infinita, pero es curioso que en el desarrollo de la historia no nos moleste ninguno. Es el uso que Wan hace de ellos, cómo los va incorporando a la trama, lo que los convierte en un acierto y no en un error fatal.
Intuyo que habrá secuela.
Los Warren existieron de verdad. De hecho utilizo mal el pasado, porque Lorraine aún sigue viva.
Los pelos como escarpias. No digo más.
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