Las frutas de la luna, de Ángel Olgoso

Endurance7

Yo soy muy fans de Ángel Olgoso de toda la vida de dios, también desde que me leí Astrolabio, el mejor libro ¿quizá? que tiene la editorial Cuadernos del Vigía. Astrolabio era una recopilación de cuentos breves (no brevísimos de dos líneas, pero breves) llenos de poesía. Ahora saca Las frutas de la luna donde se pasa al largo salvo contadas excepciones de las que luego pondré una.

Las frutas de la luna está a la altura de Borges. ¡Uy lo que ha dicho! Espera que lo repito. Las frutas de la luna está a la altura de Borges. Pero, será posible. Como lo oyes. Siempre pensé que era imposible llegar a Borges, que ya algunos cuentos había que leerlos dos o tres veces con detenimiento, no por incomprensión, sino por intentar abarcar la magnitud de lo que allí se decía, como para escribirlos. Olgoso, en este libro, es muy borgiano, las enumeraciones llenas de hermosas palabras, las tramas dentro de tramas, la autoficción con historia dentro, desplazada, incorporada de fantasía. Y no sólo es borgiano sino que no lo hace nada mal. Seamos claros, en la carrera con Borges, Borges siempre es la tortuga de Zenón de Elea y el resto somos Aquiles. Pero qué buen Aquiles hace Olgoso.

El cuento que abre el libro, Contraviaje, cuenta la historia de dos operarios que recorren la eternidad retirando paneles de paisaje hasta que hacen desaparecer el todo. Uno de los grandes es El síndrome Lugris, donde el personaje es atacado por la certeza de que somos idénticos fisiológicamente, certeza que le volverá loco. En este cuento Olgoso se vuelve un poco Cunqueiro y un mucho gallego, sorprendente siendo de Granada. Pero es listo Olgoso y tras la locura de El síndrome Lugris y su prosa recargada nos da también Dybbuk, una carta autoficcionada, sencilla, hermosa, en el que el protagonista relata a una amiga como fue sustituido por un otro yo en una lectura de cuentos en la Casa de los Tiros de Granada. Las ideas de los cuentos son ya buenas, pero mejor es la prosa que se desborda y te arrastra como si de un tsunami se tratase. No quiero ni imaginar lo que ha tardado este hombre en escribir estos cuentos, tampoco lo sé, pero si uno en el torrente de palabras se para analizarlo parece que cada palabra haya sido no sólo escogida, sino tallada, pintada y pulida. Como si un chino conociese el orden exacto en el que debiera comerse un cuenco de arroz y uno a uno fuese recogiendo el grano adecuado con los palillos.

Este es uno de los tres cuentos muy breves que hay en Las frutas de la luna:

DESIGNACIONES

Levantó una casa y a ese hecho lo llamó hogar. Se rodeó de prójimos y lo llamó familia. Tejió su tiempo con ausencias y lo llamó trabajo. Llenó su cabeza de proyectos incumplidos y lo llamó costumbre. Bebió el jugo negro de la envidia y lo llamó injusticia. Se sacudió sin miramientos a sus compañeros y lo llamó oportunidad. Mantuvo en suspenso sus afectos y lo llamó dedicación profesional. Se encastilló en los celos y lo llamó amor devoto. Sucumbió a las embestidas del resentimiento y lo llamo escrúpulos. Erigió murallas ante sus hijos y lo llamó defensa propia. Emborronó de vejaciones a su mujer y lo llamó desagravio. Consumió su vida como se calcina un monte y lo llamó dispendio. Se vistió con las galas de la locura y lo llamó soltar amarras. Descargó todos los cartuchos sobre los suyos y lo llamó la mejor de las salidas. Mojó sus dedos en aquella sangre y lo llamó condecoración. Precintó herméticamente el garaje y lo llamó penitencia. Se encerró en el coche y lo llamó ataúd.

Detrás de estos cuentos de Olgoso hay una voluntad de llegar a verdades más profundas, más oscuras, como él mismo señala en uno de los cuentos, de centrarse en los pliegos y preguntarse por las incongruencias que la razón no alcanza. Son unos cuentos magníficos y además, de esos, que te empujan a querer escribir. Repito. Son unos cuentos magníficos.

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