Manuel Mantero
Grafito en un monumento a Luis Cernuda
Como te adoran, ídolo. Te ofrecen
miel, cisnes, fuego. Sacrifican
ingles de pluma, posteriores gracias
en lenta ondulación que admiran
tulipanes vencidos hacia un lado,
versos de otoño en labios de mentira,
ocios de comentarios litorales,
muros y limbos. La hermosura física
a tus pies arde, ídolo, en la noche,
dichosa de pensarse fugitiva.
Si hablar pudieses, no pedirías nada.
Si lágrimas tuvieras, llorarías.
De tu sed solitaria ¿ellos supieron,
tu sed de eternidad? Más tú sabías
que la existencia de la sed supone
la existencia del agua. Fue tu vida
ascensión dolorosa adonde rigen
musas y dioses. Donde todo es cima.
De su libro
Primavera del Ser,
Igitur, 2003
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"Blasfemias de un borracho contra Ariadna"
Grandes Obras de
El Toro de Barro
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llegar limpia de nombres
a tu nombre
sin gestos del pasado
ni voces que reclamen
como recién nacida
que viera por vez primera
a alguien
que no fuera su madre
sin ecos reconocibles
y poder nombrar nuestra mirada
con palabras nuevas
que contengan
la profundidad
del primer día sobre la tierra
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