Road Movie, de Carlos Huerga

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El título es Road movie, no trip, con lo cual, uno espera encontrarse pelis e imágenes, y así es, todo un paisaje y como todo los paisajes, un paisaje del alma (sí, he puesto la palabra paisaje tres veces en una misma frase, cuatro, paisaje, cinco). Aquí todo es ínter-hiper-pornotextualidad. Venga citas y más citas. El exceso de citas es un coñazo siempre para el lector (alguien debería decírselo a los escritores), no sirve para absolutamente nada, es una pura exhibición de lecturas que la mayoría de veces repiten la misma idea, con una nos habría valido. Algunos escritores lo usan bien, por ejemplo Agustín Fernández Mallo, sin que a mí me emocione todo lo que hace, por lo menos sabe lo que hace. Huerga no.

El libro empieza, después de las cinco mil primeras citas, con ‘Destellos de autovía’, que también va lleno de citas entremedias que resulta que también son destellos. Esta primera parte es todo lo que le ha sobrado a Huerga al escribir los poemas, todo lo que no ha sabido desarrollar, todo lo que no le cuadraba, todo ahí metidito, hala, venga. Además se repite:

El paisaje se deshace a cada segundo. Cómo se aleja. ¿O eres tú quien se se aleja?

otro:

Tras el asfalto y los cientos de kilómetros, el paisaje se
funde conmigo. ¿O soy yo quien se funde con el paisaje?

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Sueltos tienen su gracia pero uno detrás de otro durante más de veinte páginas. Así podríamos estar hasta el infinito construyendo destellitos a base de patrones. La repetición de estructura a veces acaba produciendo la misma sensación de aburrimiento que la repetición de contenidos.

La segunda parte ‘Fotografiando el horizonte’ intenta hacer un Zurita y no le sale. Paso.

La tercera parte, ‘Road movie’, que da título al poemario, es la única que merece la pena. Aunque sigamos en el rollo posmoderna y el autor haga variaciones poéticas sobre famosas road movies, sí que consigue meternos en el mood del viaje y la atmósfera de ese gran desierto o Gran Nada que es la vida. Tiene imágenes muy acertadas: Grillos de madera / que se esconden en la noche de fuego. Este poema, por ejemplo, me gusta:

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El océano es un gran animal muerto

que espera a que pase el tiempo.

Por eso, las arañas tejen como Penélopes desesperadas.

Por eso el petróleo arde cuando los crepúsculos invaden los tejados de las casas.

Por eso tu viaje es un descenso a los infiernos.

Como Orfeo cuando toca su lira y mira para atrás

y todo          desaparece.

La última parte ‘Fragmentos del camino’, todo fragmentos, variaciones, destellos, fotografías, es una especie de obra de teatro basada en En el camino de Kerouac. Como pieza dramática es mala. Como final del libro es peor, llena de lugares comunes, plana, absurdamente innecesaria. Pues eso, vosotros sabréis.

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