Pierre Gonnord
La ofrenda
Si un dios alado
descendió
y se posó en mi alma
nunca lo sabré.
Puedo mirar atrás
y ver la vida que me fue prestada.
El tiempo sólo nos deja ver
lo que se lleva para siempre.
La ilusión de que todo es inútil
obliga a intentarlo todo inútilmente.
Mientras parece que el mundo se destruye
y se construye cada día
ante nuestra mirada.
Me levanto con el alba
para leer lo que escriben los sueños
en los bordes de mi vida.
Ser humano
es ser frágil memoria
que ve morir
las simples conclusiones.
Corazón de lo viviente
tinta del alma.
No me abandones…
Como el pan de cada día
casi avergonzado.
El resto lo doy
a quien lo necesite.
Siempre hay alguien esperando
igual que yo.
Que suceda lo imposible.
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Grandes Obras de
El Toro de Barro
abierta, la luz, la calefacción
encendidas. Hay un poco de vino
en la alacena, el café está reciente
por si me demoro y te vence el sueño.
Acaso estés aquí cuando regrese,
arropada en el sofá con mi manta
de viaje, reconfortada, quizá
complacida del mundo en su belleza,
sabiendo que hay una técnica pura
en esta maravilla de estar vivo.
Y si no estás, bendito sea el tiempo
en que estuviste. Sólo he de abrir
los postigos para que fluya el agua
llovida en la memoria. La luz, pronto,
dejará en las paredes una sombra
que llamará en sus labios con tu nombre,
contenta de estar en casa de nuevo.
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