Vidas queridas
Ayer por la tarde me trajeron este libro; Sobre la inutilidad de la poesía, de César Antonio Molina. Efectivamente, qué inutilidad, ahora. O quizá no. De todas formas no leía poesía, ayer, por la tarde, casi de noche, cuando me llamaron. Oye, que se suspende todo. No jodas. Un tren, un accidente, un atentado. Imagino la plaza del Obradoiro llena de gente. Me dicen un tren pero imagino la plaza del Obradoiro llena de gente. Es lo que tiene haber crecido comiendo con la televisión de la cocina dando las carnicerías etarras. La niña hace origami, ese aburrimiento tan japonés, esperando los petardos de la noche. En japonés fuegos artificiales se dice flores de fuego. Se traduciría así, digo. No está mal. Dejo el tomo de la Munro (Mi vida querida, se titula) y busco en los periódicos digitales la noticia. Ya despegaba la noticia. Media hora, como mucho, y ya hay gente contando algo. En Público.es se habla de accidente de tren y de Aníbal Malvar, escritor gallego, columnista de ese mismo diario, que iba en ese tren. Está bien, al parecer. Después vamos a la tele. Empieza el goteo de muertos. El tren está muy feo, pero tan cerca nada muy malo puede suceder. Eso me lo dice la voz de la experiencia; las cosas muy malas siempre pasan muy lejos, en Nueva York, en Madrid, en Vietnam, qué sé yo. Las piezas del accidente desplegadas, vemos, y para siempre. Esos vagones. En la televisión de Galicia empieza la repetición, una y otra vez, de las imágenes grabadas, al menos mientras no haya otras. En una de estas sale un tipo que se parece al escritor Malvar, y que será él, en lo alto del camino paralelo a las vías del tren: lleva una maleta pequeña con ruedas, la ropa muy sucia, parece recién salido de una mina. Unas señoras le gritan algo: dice que está bien. Confusión. Van sacando personas de los vagones. Personas sobre tablas, como puertas que se usan de camilla. No quitamos la vista de la televisión, parece fundamental que observemos todo eso. Una chica, la cámara desde arriba sigue los movimientos de los dos o tres o cuatro rescatadores, no sabemos, sólo vemos a la chica sobre esa tabla. La sacan poco a poco por una ventanuco de un vagón. Además de sucia la ropa, y puede que manchones oscuros en las piernas, que pueden ser sangre, parece bien. Tiene el pelo corto, es joven, la dejan en la cuneta, con cuidado. No se mueve, está herida. Cerca de ella una manta grande cubre un cuerpo. Con lo que sobra de manta le tapan la cabeza a la chica. Aparece otra manta y ya la cubre toda. Esa vida se nos fue delante de las narices, a nosotros. A cualquiera que mirase la televisión en ese momento. Salimos a donar sangre y todo el mundo ha salido a donar sangre. Qué otra cosa podemos hacer, además de mirar en la televisión pies saliendo por debajo de esas mantas. Qué hacer. Y cómo arreglar todo eso, esas vidas.