Conocen a tu hermano,
han naufragado aquí, como otros muchos,
reclamando un poquito de la vida
que tú llamas tu vida, sin modestia.
Cuerpos del norte armados de deseo
que sólo quieren sol y mar y amor
fugitivo en un bosque
de pinos. Llevan dos
días como dos sombras en tu casa,
entran salen se bañan con acento
extranjero y empiezan
a tocarte un poquito las narices.
Hoy han vuelto de la cala que tú les recomendaste
con las piernas sangrando
-el moto, no sé, es como así y después-
y durante un instante has pensado “¿y si hubieran...?”
Y el dolor casi injusto de esa idea
te ha devuelto la fe
en cierta idea amable del humano,
algo que más o menos
viene a decir que todo importa mucho,
un amigo querido de la infancia,
dos jóvenes gorrones que persiguen el sol.
B.C.