Para quienes, como yo, son fanáticos de la obra y del universo de Raymond Carver, es necesario tener este volumen. Las imágenes de Bob Adelman capturan los parajes que inspiraron a Carver, las casas de rehabilitación, los elementos de su mesa de trabajo, las personas con las que tuvo amistad o parentesco, los arroyos a los que iba a pescar, e incluso algunos objetos que aparecen en sus relatos (teléfonos, retretes exteriores, cosas así…); y también aparecen muchas fotografías del propio autor, sentado a la orilla del agua, o fumando, o mirando a la cámara con desafío o solemnidad, o tecleando en su máquina de escribir…
Como Bob Adelman y Tess Gallagher sabían que un libro compuesto sólo de imágenes no sería lo bastante atractivo (y únicamente son suposiciones mías), incluyen poemas, cartas y fragmentos de relatos. Este último punto es lo único que le reprocho a esta obra tan bien editada: que hayan metido sólo pedazos de cuentos, en vez de los textos completos; porque, rotos de esa manera, pierden un poco su sentido. Hubiera sido mejor conformarse con incluir uno o dos cuentos en vez de extractos de relatos. El libro se abre con un prólogo de Olivier Cohen (su editor francés) y se cierra con un epílogo de Tess Gallagher (su viuda). Pese a ese reproche, Carver Country supone un placer para el lector. Os dejo con un poema:
Regalo
No valdría otra palabra. Porque eso es lo que fue. Un regalo.
Un regalo, estos diez últimos años.
Vivo, sobrio, trabajando, amando y siendo amado
por una buena mujer. Hace once años
le dijeron que le quedaban seis meses de vida
si seguía así. Y no iba a ninguna parte
salvo al final de la pendiente. Así que,
de alguna manera, cambió de vida.
¡Dejó de beber! ¿Y lo demás?
Después de eso, todo lo demás era un regalo, cada minuto
de vida, de alguna manera, hasta -e incluido-
el instante en que se lo comunicaron,
bien, algunas cosas se fueron quebrando
y componiéndose dentro de su cabeza. "No lloréis
pro mí", les dijo a sus amigos.
"Soy un hombre afortunado.
He vivido diez años más de los que yo o cualquiera
hubiera esperado. Un auténtico regalo.
No debéis olvidarlo".
[Anagrama. Traducción de Jesús Zulaika]
Como Bob Adelman y Tess Gallagher sabían que un libro compuesto sólo de imágenes no sería lo bastante atractivo (y únicamente son suposiciones mías), incluyen poemas, cartas y fragmentos de relatos. Este último punto es lo único que le reprocho a esta obra tan bien editada: que hayan metido sólo pedazos de cuentos, en vez de los textos completos; porque, rotos de esa manera, pierden un poco su sentido. Hubiera sido mejor conformarse con incluir uno o dos cuentos en vez de extractos de relatos. El libro se abre con un prólogo de Olivier Cohen (su editor francés) y se cierra con un epílogo de Tess Gallagher (su viuda). Pese a ese reproche, Carver Country supone un placer para el lector. Os dejo con un poema:
Regalo
No valdría otra palabra. Porque eso es lo que fue. Un regalo.
Un regalo, estos diez últimos años.
Vivo, sobrio, trabajando, amando y siendo amado
por una buena mujer. Hace once años
le dijeron que le quedaban seis meses de vida
si seguía así. Y no iba a ninguna parte
salvo al final de la pendiente. Así que,
de alguna manera, cambió de vida.
¡Dejó de beber! ¿Y lo demás?
Después de eso, todo lo demás era un regalo, cada minuto
de vida, de alguna manera, hasta -e incluido-
el instante en que se lo comunicaron,
bien, algunas cosas se fueron quebrando
y componiéndose dentro de su cabeza. "No lloréis
pro mí", les dijo a sus amigos.
"Soy un hombre afortunado.
He vivido diez años más de los que yo o cualquiera
hubiera esperado. Un auténtico regalo.
No debéis olvidarlo".
[Anagrama. Traducción de Jesús Zulaika]