OGROS








OGROS



Tu mamá dormitaba en el sofá tapizado con retorta marrón y flores crema. Un leve sonido salía de su boca descolocada. Llevabas una falda plisada y un suéter rosa. Dos coletas, taheñas, pendían de tu cabecita.

Eras una muñeca. La niña más bonita del mundo entero y parte del extranjero ―decía― cuando te veía. Tus ojos de gatita y tu piel blanca de porcelana con las mejillas sonrosadas.

Estábamos arreglando el suelo de tu casa. Se habían soltado algunos ladrillos. Tu madre, quiso cambiarlo todo. Dinero no le faltaba…

Las plomadas situadas a lo largo del pasillo, apenas unos centímetros de las paredes. Tú, jugando en el balcón con tu cocinita. Ésa, igual que la de mami: de railite crudo jaspeado en verde. Siempre sola; la preciosa niña de cabellos dorados y ojos chispita.

―Susana, cariño, ¿quieres unos caramelos? ―señalé con voz dulzona.

Sonreíste. Dejaste los panes moldeados con migas y colonia; los cacharros embadurnados de barro. Viniste saltando. Los lazos de tu cabello meciéndose en el aire.

―Tío Pololo, ¡te quiero! ―Te tiraste a mi cuello y me besaste para que te diera golosinas.

Eras la gracia del vecindario; de Manolo, Pololo. De alquitrán, altricán. De Sí, gí. De Caramelos, melos… Tu vocabulario particular.

―Toma, amor, una chuche. ¿Quieres enseñarles a mis amiguitos el regalito que te ha traído el tío? ―Pregunté.

―Gí ―contestaste riendo.

Te levantaste la faldita y mostraste las braguitas de perlé blanco con cinta de raso azul, mientras chupabas la piruleta.

Nosotros, hombres bragados, estábamos en cuclillas. ¡Cómo se relamieron, al ver tu culete y mis dedos acariciándolo!

―Susi, pequeña. ¿Dónde estás? ―Canturreó tu madre.

―Adiós tiito. Adiós señores expresaste moviendo la manita.


Marchaste ―como habías venido― saltando y paladeando tu dulce. Sabías que el tío Pololo, siempre tenía melos.







Te hiciste mayor; pasaste de mis regalos, de mis caramelos. Buscaba una ocasión para rogar...

Estabais en el hospital; acababan de operar a tu chiquilla de peritonitis. Recuerdo, que al verme explicaste: “tras horas de quirófano, la niña está bien…”

Era el momento oportuno. Mientras fuimos a por unos cafés, pregunté:

¿Me dejas que traiga alguna cosilla para tu niña? Se parece mucho a ti. Me trae buenos recuerdos…

No lo comprendí. De tus ojos verdes como olivas surgieron unos lagrimones enormes; hiciste que me marchara, como un ogro con el rabo entre las piernas.

Nunca más supe de ti.

Hoy, te escribo esta carta porque desconozco, ¿qué hice mal?...




Anna Genovés

13/06/2013


Derechos reservados a su autora
Ana Mª Genovés 
Sol. Pro. Intelctual
V-1825-12







PD. Dedicado a Luisa Fernández de “Tierras de Alquimia”. Leí su “Polo de limón” y un recuerdo perdido en mi memoria, afloró.


PD. Justo, mi amigo J.M. Vara, acaba de publicar en su blog la introducción al proyecto "underground" en el que participo: "ANTISPIQUIATRÍA". Uno de mis poemas a la par con esta entrada lo encabeza.


http://atrocityexhibitionfanzine.blogspot.com.es/2013/06/antipsiquiatria-neurotika-books-project.html?zx=b804f14994f20c3b








ALICE COOPER - POISON 
{SUBTITULOS}




                            

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