Abro mi nombre. Regreso al universo de llamarme para saber dónde se derrumban los úteros que conocen la palabra tristeza. No tengo miedo ni silencio. He sabido siempre morir in aetérnum. Ahí está la loca, a la izquierda vestida de azul para nadie. Abriéndose las miserias en víspera de parir barquitos de papel. Amamantando un dolorcito que fracasa en su intención de desaparecer. Criando toda esa carne cruda entre las vértebras.
Abro. La proyección de las palabras son el sístole - diástole de un poema atornillado al cuerpo.
Cierro. El barquito naufraga demasiado bien.
Yo dije silencio para hacer silencio y encontré mi nombre. La mujer abierta se parece a mí. La mujer cerrada se parece a mi enfermedad. Todas somos este cuerpo sin cuerpo dentro.