Imagínese la sorpresa de los arqueólogos cuando descubrieron en Pompeya a nuestro querido y rijosillo Pan. A falta de ninfas, buenas son cabras, parece pensar. Teníamos constancia de sus aventuras también con hermafroditas, sátiros, pero nunca testimonio tan gráfico de su frenesí sexual. Está en el museo arqueólogico nacional de Nápoles, y sigue invitándonos a saborear las mieles de la vida.