El caracol obstinado, de Rachid Boudjedra


Turbadora narración sobre un hombre solitario y paranoico que, en primera persona, relata sus dos obsesiones: la exterminación de las ratas de la ciudad (él es “jefe del departamento de desratización”) y las apariciones casi fantasmales de un caracol que cree que le persigue (suele verlo en la calle). Todo ello puesto al servicio de una metáfora sobre la asfixia a la que el régimen argelino somete a sus ciudadanos. Quizá sea sólo cosa mía, pero veo en esta novela conexiones con las películas más oscuras de Lynch o Cronenberg: personajes recluidos en los laberintos de su propia cabeza, alucinaciones y zozobras mentales, imágenes que se inmiscuyen en una borrosa frontera entre la realidad y el sueño. Os dejo con dos fragmentos:

También hay ruidos extraños dentro de mi cráneo, parecidos a las roeduras de los ratones. Me vuelven a la mente las insinuaciones de la nodriza, pero ya sé que tiene mala lengua. Ninguna rata se me ha quedado atascada en el cerebro. Bien que lo sé yo. Les hago la vida imposible. Tendré que recuperarme. Tengo el insigne honor de ocuparme de la limpieza de la ciudad.

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Pero no debo perder de vista la lucha contra las ratas. Voy aprendiendo cada día más cosas referentes a ellas. Leí en algún sitio que, al cabo de tres años, una pareja de ratas de campo tenía una descendencia media de 2.500.000 de individuos. El día que di con esta estadística tuve tanto miedo que quise esconder el trocito de papel en el que la había apuntado en el bolsillo de las emociones. Efectivamente estaba sobrecogido. En aquel entonces me desanimé por completo.



[Cabaret Voltaire. Traducción de Souad Hadj-Ali Mouhoub]

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