Algunos historiadores heterodoxos y sabios son de la opinión de que la Campaña de Egipto no tuvo otro fin, al menos en su corazón, que el de interrogar al Oráculo -igual que miles de años antes lo había interrogado Alejandro-, y confirmar si era un dios o no.
Como no se conservan pruebas arqueológicas de la divinidad, ignoramos la respuesta que recibió. Sin embargo, a tenor de los acontecimientos que se sucedieron, es fácil aventurar que la respuesta coincidiera con la que él mismo ya llevara grabada en sus anhelos desde la cuna.
En esta fotografía lo vemos la mañana del 18 de brumario (pese al sol, los registros nos indican que se trató de una mañana de brumosos fríos), antes de dictar las órdenes a sus generales, tomar el control de las palabras y de todo lo que con ellas se dijera y ser nombrado Premier Cónsul.
Pese a los oropeles, sus soldados le seguirían llamando "El pequeño huevo" y su pronunciación siempre estaría marcada por el acento de una isla corsaria.