No hay por qué preocuparse


Para Monty, el conejo

Cuando, muy afectado
por los tragos primeros de aquel día,
recorría el pasillo con un miedo
solo:
tropezar con tu cuerpo, hacerte daño
o peor, si es que puede ser peor.
Pensaba en tu presencia en la penumbra
y lamentaba estar así, borracho;
amenaza gigante de tu mundo.

Y hoy no estás. Por primera vez no estás
y sin embargo yo
hago lo que hago siempre. Bebo. Voy
de la cocina al baño interrumpiendo
tu paz. Pero ya no,
ya no estás, y es la ausencia
del miedo a lastimarte

lo que me aterroriza en el pasillo. 



B.C.

1 Comment

  1. Y si cierras los ojos, alzas tu brazo, con tus dedos podrías sentir lo que buscas. Algo mágico, especial. ¡Creelo podría funcionar! De todos modos te da miedo el pasillo, jaja. Saludos

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