Para Monty, el conejo
Cuando, muy afectado
por los tragos primeros de aquel día,
recorría el pasillo con un miedo
solo:
tropezar con tu cuerpo, hacerte daño
o peor, si es que puede ser peor.
Pensaba en tu presencia en la penumbra
y lamentaba estar así, borracho;
amenaza gigante de tu mundo.
Y hoy no estás. Por primera vez no estás
y sin embargo yo
hago lo que hago siempre. Bebo. Voy
de la cocina al baño interrumpiendo
tu paz. Pero ya no,
ya no estás, y es la ausencia
del miedo a lastimarte
lo que me aterroriza en el pasillo.
B.C.