No hablo de los libros que no me gustan o no me entusiasman porque me parece una pérdida de tiempo (y es lo más valioso que tenemos: nuestro tiempo… como para encima desperdiciarlo). Sin embargo, hay aspectos que sí me gustaron de esta novela. La compré porque, en general, todo el mundo la ponía a parir. Y eso es lo que me atrajo: la condición de Roche como provocadora, políticamente incorrecta, guarrindonga y transgresora. En el hospital, mientras se recupera de una operación de fisura anal y hemorroides, la narradora cuenta sus relaciones con su propio cuerpo: la ingesta de sus propias mucosidades, sus experimentos sexuales, su necesidad de no ponerse límites, etc. Lo que yo he visto en el libro es un sentido del humor bastante cafre, con descripciones que bordean la repugnancia y un montón de perversiones que rozan la psicopatía. Pero en realidad no lo recomendaría (lo dejo a la elección de cada cual) porque, hacia la mitad (y creo que eso le ha pasado a un montón de lectores), el libro se va desinflando y al final cansa y deja de hacer gracia. No obstante, aplaudo el sentido del humor de la autora y sus ganas de provocar. Y pronto leeré su nueva novela: Furores íntimos.
[Anagrama. Traducción de Richard Gross]
[Anagrama. Traducción de Richard Gross]